523. EELS

Por Sergio Monsalvo C.

THE DECONSTRUCTION

El líder y mente maestra del grupo Eels (M. O. Everett) es un tipo ordinario. Tan ordinario como un hombre lobo (con el que gusta compararse); como alguien que tuvo un padre (Hugh Everett III, científico que propuso la teoría de los universos paralelos en la física cuántica) con el que nunca hubo diálogo alguno ni contacto, y al que únicamente estrechó cuando aquél moría en el suelo de un ataque cardiaco.

Tan ordinario como el que se vuelve testigo en orden sucesivo de la Muerte: de la madre cancerosa, de la hermana adicta, esquizofrénica y suicida, de los parientes victimados por el terrorismo, de los amigos y representantes enfermos y accidentados.

Tan ordinario como el que hace de tripas corazón y escribe canciones tristemente agridulces en dosis pequeñas de oxímoron para no enloquecer y bajo distintas metamorfosis (como E, Mr. E o Eels, con un puñado de discos en su haber).

Tan ordinario como la estrella del rock que es y que escribe una biografía de sí mismo de manera directa, llana, evitando la autocomplacencia o la construcción literaria de su vida, con humor y sin tapujos trágicos; con ánimo de trascendencia para alguien solitario y huraño, que no quiere tener hijos y para explicación de sus propios nietos: Things the Grandchildren Should Know (Cosas que los nietos deberían saber)

Este cantante, compositor y multiinstrumentista estadounidense (nacido el 10 de abril de 1963, en Virginia) es pues la quintaesencia de un yo ordinario.

Ralph Waldo Emerson, uno de los filósofos, ensayistas y escritores de la Unión Americana más influyentes del siglo XIX (época en la que se inscribe la raíz conceptual del ideario rockero), potenció con sus ideas y escritos la importancia del “yo”.

Anunció de esta manera el consecuente programa del pensamiento panteísta al declarar que: «El hombre es un pedazo del universo hecho vida. Propiamente dicho no hay historia, sólo biografía”.

En la biografía, o sea en el estudio del yo, también se excluye la posibilidad de la tragedia, puesto que uno mismo es su Creador.

En el rock el elemento trágico –el enfrentamiento con alguna deidad o el cosmos– es erradicado por las explosiones de energía autosustentadora de que se abastece el género.

La muerte, las lágrimas y la derrota ocupan muchas de sus letras (que no niegan que exista dolor en el mundo; al fin y al cabo, ha elegido al blues como su influencia predilecta), pero siempre van envueltas en una singularidad de palabras y música que al final busca más la ironía que otra cosa.

En el rock no cabe la catarsis espiritual de la tragedia sino la del drama que tiene que ver con su física: con la grabación en vivo, el concierto o el baile.

Algunas de sus letras más lúgubres han acompañado los mejores ejemplos musicales. Uno de estos es el que encarna la voz de Eels, músico que ha hecho con sus canciones y libro ejemplos de tal postura estética.

El arte rockero de tamaño líder aspira a lo que Edgar Allan Poe (uno de sus héroes románticos) llamó «Unidad de Impresión».

Ésta es la coherencia emocional en el yo que experimenta la obra, es decir la buscada confusión de los diferentes “yos” que hablan y se interfieren en la reinterpretación de la vida personal.

Ése es en definitiva uno de los encantos de la música de Eels, una de sus concreciones. Las letras de sus canciones y el texto autobiográfico mencionado constituyen el modo natural de expresión para su estética particular.

Y no sólo por ser los medios de la expresión de sí mismo, sino porque son lo bastante cortas (canciones y libro) para poseer tal «Unidad de Impresión».

Los estallidos de cuatro minutos (en promedio) de sus piezas –sobre todo cuando se vuelve protagonista bajo el seudónimo de Eels– y las palabras contenidas en las 250 páginas que componen su biografía representan la encarnación popular más reciente en el rock de la estética romántico-panteísta de la línea Emerson-Poe, en su trato con el drama de vivir como un hombre ordinario.

Los seres humanos nacemos sin un manual de instrucciones para funcionar, pero el arte, y sobre todo la música, son una opción para conseguirlo. En eso se ha convertido la discografía de Eels. Su más reciente obra, The Deconstruction, posee todos los elementos para ser una guía ejemplar.

¿Cómo convertirla en tal cuando, finalmente, no es más que un álbum de rock?, diría un filósofo ortodoxo. La viabilidad de ello dependerá de cada uno de los escuchas, de su bagaje y experiencia vital. Por lo tanto las posibilidades serán variadas. Sin embargo, lo importante básicamente es saber que se está frente a un compilado de buenas canciones, y las buenas canciones (las auténticas, las personales hechas de flesh and blood) siempre consiguen un lugar en nuestro soundtrack particular, las historias que cuenten serán recordadas.

The Deconstruction, está integrado con un puñado de temas cuyas melodías, tal y como ha sido el largo historial de Eels (con una ya larga decena de álbumes), se aferran a la memoria cada una a su aire. Desde la apertura, con la que da nombre al disco, la emotividad que despliega surge potenciada por un rock barroco que va más allá de meramente decorativo (el autor jamás ha usado tal recurso). Es la llave que abre la puerta hacia lo esencial.

Y lo esencial transcurre de manera natural, sin aspavientos. Es la mirada primera, la positiva hacia el comienzo de la jornada: Today Is the Day, representa eso envuelto en un rock puro, que manifiesta que cualquier día puede ser el señalado para aceptar que la vida, a pesar del caos del que parece brotar y mantenerse, vale la pena ser experimentada a plenitud.

Por otro lado no hay candidez, ni peca de ingenuidad. La lírica de Eels sabe también que la posibilidad amenazante del dolor está ahí, agazapada siempre a la sombra de cualquier alegría, pero elige el humor para afrontar tal incertidumbre o la certeza del rompimiento en una relación, como en “Bone Dry”, otra muestra del rock que posee el autor, y el grupo a final de cuentas.

En el 2014, Eels se tomó un receso para que todos sus miembros se dedicaran a otros asuntos. A ese periodo es al que Everett llamó The Deconstruction, una historia en la que se filtra el segundo lustro de la segunda década del siglo XXI, el espíritu de los tiempos que corren, totalmente fragmentado.

El disco se ha fraguado en el fuego de un estilo que se conserva indeleble a pesar del paso de los años (desde 1996) y los sube y bajas emocionales. Grupo y álbum mantienen  la sobriedad vital, en los textos y en la música. Lo cual nos recuerda que una canción, a pesar de su brevedad, también puede ser un instructivo existencial.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.