Marta Kubišová

Dama vestida de terciopelo

Por SERGIO MONSALVO C.

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En 1955-56, cuando el rock nacía popularmente y se daba a conocer por todo el mundo. Tuvo lugar otro nacimiento: la paranoia de la Unión Soviética con respecto al nuevo género.

Hoy, con la apertura de ciertos archivos que se conservan de aquella época en Moscú, se ha podido saber que cuando llegaron los primeros discos de Elvis Presley, Little Richard, Chuck Berry, Bill Haley, etcétera, a los mercados negros del bloque socialista, hubo una reunión del Comité Central de la URSS para discernir sobre ello.

Luego de horas discutiendo al respecto, las finas personas que componían aquél Buró Supremo, heredero del recientemente fallecido José Stalin, llegaron a la conclusión de que era obvio que se trataba de una jugarreta del Imperialismo Yanqui (encabezada por esos amantes declarados de tal música: el Partido Republicano gringo, el Club de Rotarios, el Ku-Klux-Klan, Richard Nixon, Henry Kissinger y demás camarilla).

Las suspicaces mentes estalinistas estuvieron de acuerdo en que era una invasión en pleno, una malévola estrategia política que tenía como fin corromper a las juventudes del paraíso socialista. Por lo tanto había no sólo que censurarlo, sino también prohibirlo, perseguirlo y encarcelar a sus difusores, grupos y fanáticos y no darle espacio de ningún tipo. El mandato fue para todos los países bajo la férula de la Unión Soviética (incluyendo sus satélites latinoamericanos, igual de fundamentalistas).

Obvio es decir, que lo consiguieron a medias, porque de alguno u otro modo aquellas juventudes deseosas de corromperse siguieron oyendo dicha música, poseyendo los discos (incluso inventaron mil formas de hacer grabaciones clandestinas), formando grupos y asistiendo a sus conciertos, de manera oculta a lo largo de los años siguientes.

El rock ya para entonces se había afianzado como elemento fundamental y como vocero, de las exigencias por las libertades deseadas por los jóvenes de todo aquel bloque: Polonia, Hungría, Rusia, Yugoslavia, Alemania Oriental y por supuesto, Checoslovaquia, que llevaba el estandarte con la participación y activismo del grupo Plastic People of the Universe.

No hubo la posibilidad de que en alguna de esas repúblicas hubiera forma de manifestar la inconformidad política mediante canciones. Sobre todo después de que los tanques soviéticos enviados desde el Kremlin intentaran sofocar la Primavera de Praga en 1968.

Sistemáticamente, en todos los frentes fueron purgados todos aquellos exponentes musicales que simpatizaran con el “socialismo de rostro humano” propugnado desde la capital checa por Alexander Dubcek.

Otro ejemplo de aquel aplastante totalitarismo fue la infame campaña empleada para acallar a la popular cantante Marta Kubišová, la joven dama que vistió con su punto de vista a la Revolución de Terciopelo. De la manera más perversa se trucaron unas fotos suyas transformándolas en pornografía y distribuyéndolas públicamente, a instancias del propio director de su compañía discográfica y a requerimiento de las autoridades pro soviéticas.

Marta Kubišová nació el 1 de noviembre de 1942 en ?eské Bud?jovice, en la antigua Checoslovaquia. Su familia, encabezada por un padre cardiólogo, tuvo varias mudanzas de domicilio antes de asentarse en la capital. En el ínterin la joven había mostrado sus aptitudes musicales y ganado algunos concursos locales.

Una vez que optó por la carrera de cantante la familia se trasladó a Praga en 1961. Ahí Marta prosiguió sus estudios de canto y actuación. Participó en varias obras teatrales y en concursos de televisión que ganó, convirtiéndose en una exitosa cantante pop.

El impulso a su trayectoria se incrementó con la creación del trío The Golden Kids en 1965, junto a otros dos cantantes destacados: Vaclav Necká? y Helena Vondrá?kova, con quienes participaba en algunas presentaciones de en el teatro, con tan buen resultado que los animó a integrarse en un grupo.

Entre actuaciones e innumerables giras, Marta pudo darse cuenta de la opresión en que vivía todo el territorio y del rechazo de la gente hacia el gobierno pro soviético que gobernaba su país. Vio, asimismo, el comienzo de la Primavera de Praga, en enero de 1968, un movimiento que intentaba liberalizar al país y remediar democráticamente dicho malestar social.

Tal levantamiento no fue tolerado por las autoridades del Soviet Supremo, cuyo centro estaba en el Kremlin de Moscú. Éste envió entonces a las tropas del Pacto de Varsovia (formadas por soldados de toda la URSS) y 230 tanques para acallar dicha protesta. La invasión sobre Checoslovaquia ocurrió el 20 de agosto de 1968, lo mismo que las persecuciones.

La cantante empezó a participar activamente en lo que se llamó la Revolución de Terciopelo, una lucha pacífica en contra de dicha invasión, cuyo eslogan era el de “socialismo de rostro humano”. Al mismo tiempo entró a los estudios para grabar con el trío y paralelamente su primer disco como solista.

En 1969 aparecieron entonces, Micro magic circus con The Golden Kids, que para entonces era un grupo destacado (al año siguiente publicarían Golden Kids 1), y Songy a balady, respectivamente. Este último contenía dos temas que se erigirían en trascendentes.

La canción “Modlitba pro Martu”, (“Una plegaria por Marta”), se convirtió en el tema simbólico de la resistencia revolucionaria y a ella en la cantante más popular del país. Al igual estaba “Tajba Blues” (“El blues de la taiga”) en el que describía el final (en Siberia) de un grupo de moscovitas que habían protestado en plena Plaza Roja en contra de la invasión checa.

La efervescencia de todo ello, aunada a su firma en la Carta 77, donde artistas, intelectuales y personajes políticos checos habían solicitado a la ONU su intervención para ratificar los Derechos Humanos en su país, en el cual eran perseguidos y encarcelados por protestar, recibió el trato que el gobierno soviético daba  los disidentes.

Con la complicidad del director de su compañía discográfica, un colaboracionista de apellido Hrabal, unas fotografías promocionales suyas fueron falsificadas y transformadas en material pornográfico, que luego apareció en la revista Madlý Sv?t.

La policía inmediatamente entró en acción y la Kubišová fue detenida por la supuesta falta grave, interrogada y vetada para toda aparición pública. A su marido, director de cine, le pusieron todos los obstáculos para trabajar por lo que optó por divorciarse de la cantante y huir hacia el Occidente.

Ella fue apoyada por los miembros del grupo Plastic People of the Universe, que la integraron como su cantante. La policía arreció la persecución, arrestó a algunos músicos y a ella la enviaron para su “normalización” a una fábrica como obrera.

La mantuvieron condenada al ostracismo y alejada de toda actividad artística durante las siguientes dos décadas. Mientras, la lucha prosiguió liderada por Václav Havel, quien tras la caída del Muro de Berlín, llegó a la presidencia en las primeras elecciones democráticas que hubo en dicho territorio.

Una de las primeras cosas que hizo fue liberar a todos aquellos que habían sido sujetos de tal “normalización” y vueltos a sus auténticas vocaciones, entre ellos la antigua cantante, que fue absuelta de los cargos que le había imputado el anterior gobierno.

Se le reconoció su valentía, heroicidad e involucramiento en la Revolución de Terciopelo. Volvió a los escenarios, a las filmaciones (participó recientemente en el soundtrack de la adaptación cinematográfica de La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera, con una versión de Hey Jude), a las grabaciones de discos (más de una decena) y a la activa labor para construir la democracia y el futuro en Checoslovaquia, que con su división en dos repúblicas independientes, culminó el proceso democrático de dicha revolución.

 

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