Primavera de Praga

El rock y sus batallas

Por SERGIO MONSALVO C.

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Para llegar a los logros sociales que podemos contar hoy en día, pocos o muchos, hubo que pasar por muchos movimientos y revueltas, revelándose contra el sistema o contra la autoridad arbitraria, reclamando, siempre reclamando el derecho a la vida en toda su plenitud, a la libertad esencial.

En cuanto al rock, todos los instantes desde su nacimiento hablaron de cambios y lo hicieron en un giro continuo acompañados desde cerca por la espiral evolutiva de la música popular.

Y ésta, con su enfoque artístico autónomo y determinado, se significó como pensamiento comunitario tanto frente a diversas formas de vida (a partir de los años cincuenta) como ante filosofías de gobierno (a partir de los sesenta): igualmente contra el capitalismo puritano que contra el realismo socialista. Ambas ideologías oprimían lo mismo al suelto (en Occidente) que al encerrado (en el Oriente, tras la Cortina de Hierro o de Bambú).

Al ubicarse contra las políticas estatales, tal música –con valores intrínsecos de historia, contexto y calidad interpretativa y de composición— se alejó de las consecuencias predecibles en que otros géneros musicales se instalaban: ortodoxia y conservadurismo. Es decir, se erigió en un rebelde en ambos mundos.

«¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no”. Una máxima que hizo suya el r&r tras la lectura de un ensayo de reflexión filosófica escrito por Albert Camus: El hombre rebelde, que como pocos ha capturado en una fórmula tan precisa la esencia de su contenido y la contundencia con la que lo hizo, en un tiempo urgente entre encrucijadas y opciones determinantes.

En el año 1968, justo en plena guerra fría y el arranque de revueltas por doquier, entre la lucha de un signo frente a otro, la contradicción, la manipulación, la toma de posiciones y el contexto histórico tanto mundial, como regional o local, el rock fue el único elemento que sirvió de apoyo en todas partes. Era sinónimo de la libertad denegada.

En ese año icónico sólo un país llevó a cabo una auténtica revolución y obtuvo a la larga los resultados políticos y la consecución de los ideales colectivos tras una ardua y continuada lucha civil: Checoslovaquia. En medio de la confusión de aquel año, tal sociedad lo puso todo claro desde el principio: “Los que hacen las revoluciones a medias no hacen más que cavar sus propias tumbas”. Estalló así la llamada “Primavera de Praga».

En La Sorbona francesa o en el Berlín occidental los gritos y los graffiti estaban dirigidos contra el capitalismo, la sociedad de consumo, el individualismo, la democracia burguesa y también contra el imperialismo de los Estados Unidos y la guerra de Vietnam (en la propia Tierra del Tío Sam lo hacían contra dicha guerra, por los derechos civiles y con un enfoque contracultural).

Para los checos, por su parte, era una lucha por la libertad en la vida en general, en la cultura, en las ciencias, en la memoria histórica, en el lenguaje, por la democracia parlamentaria y contra el imperialismo soviético, que lo suprimía todo.

Y fue la contrarrevolución –la ocupación del país por los tanques del Pacto de Varsovia, dirigida desde el Kremlin– la que combatió a quienes pretendían que el socialismo evolucionara hacia formas democráticas. Sin embargo, la lucha prosiguió por la vía civil sin aflojar, pese a las persecuciones, los encarcelamientos, los exilios o las desapariciones. En todo ello la música jugó un papel importante.

Porque no hay movimiento social alguno sin banda sonora, sin soundtrack. Es decir, ningún movimiento que busque el cambio, ninguna acción cultural, ningún levantamiento de voz en el ámbito que sea tendrá significancia o trascendencia si no es acompañado, envuelto y avalado por una música característica.

Eso sucedió precisa y puntualmente con La Primavera de Praga y su Revolución de Terciopelo. El nombre del grupo checo que sonorizó todo aquello fue The Plastic People of the Universe.

Tras la invasión soviética se formó el grupo cuando el historiador y crítico cultural Ivan Jirous reunió a los músicos Milan Hlavsa y Josef Janic?k, a quienes se agregarían a la postre Vratislav Brabenec y J?r? Kabeš.

Jirous, convertido en su representante, empleó al canadiense Paul Wilson, que daba clases de inglés en la Universidad de Praga, para que tradujera al checo las letras de Velvet Underground, The Fugs y las de Frank Zappa & The Mothers of Invention (grupos estadounidenses de los que dichos músicos reconocían sus influencias).

La banda checa recibía el trabajo de traducción, lo estudiaba exhaustivamente para después hacer cóvers de aquellos temas. Fue también  de una pieza de Zappa que sus integrantes tomaron el título para nombrarse a sí mismos.

Poco a poco  The Plastic People of the Universe se erigió en el principal representante de la corriente denominada “Praga Underground”, que abarcaba varias disciplinas, y al grupo se fueron agregando integrantes diversos.

Su apego al vanguardismo experimental, empatado con una lírica creada por poetas invitados (Egon Bondy, Ladislav Klíma y Ji?? Kolá?, entre otros), plena de metáforas sobre la represión, la falta de libertad y las atmósferas opresivas, convirtieron al grupo en adalid sonoro del movimiento contestatario.

Entre sus seguidores más constantes estuvo el poeta e intelectual Vaclav Havel, quien como representante del movimiento apoyó al grupo y mostró su admiración por su labor y por su música.

Llegaron entonces las represalias. El gobierno pro soviético les revocó la licencia como músicos y ya no pudieron presentarse ni tocar en público. Sólo les quedó la clandestinidad. Siguieron actuando a escondidas y ante públicos escasos que de manera oral fueron incrementando su leyenda.

Posteriormente, tras una persecución implacable, varios integrantes del grupo fueron detenidos y encarcelados. Los restantes miembros continuaron en el underground y mantuvieron su postura ante la lucha. En esa época lanzaron dos discos de sus actuaciones en vivo: Muž bez uší (1969-72) y Vožralej jak slíva (1973-75).

La protesta ante los arrestos creció con Havel al frente de miembros de la intelectualidad: poetas, escritores, cineastas y filósofos, enarbolando la Carta 77 (manifiesto en el que se apelaba a la declaración de principios de los derechos humanos que se habían comprometido a ratificar los entonces gobernantes del país). En la banda los detenidos fueron reemplazados por otros músicos para continuar con su mensaje libertario.

El primer álbum de estudio del grupo apareció en 1978 con el nombre de Egon Bondy’s Happy Hearts Club Banned, en una referencia clara al famoso disco de los Beatles. Las grabaciones del grupo se hacían en condiciones ocultas, adversas y eran sacadas del país a escondidas para producirlas en estudios de otros lugares, como Francia o Canadá.

Tras la caída del régimen y el triunfo de la Revolución de Tercipelo la banda se desintegró en 1988. Una década después, a petición del entonces ya Presidente de la República, Vaclav Havel, el grupo se volvió a reunir en conmemoración del 20 aniversario de la Carta 77. Desde entonces ha actuado y grabado álbumes regularmente (el más reciente en apoyo al colectivo femenino ruso Pussy Riot).

Toda época histórica, todo ismo artístico, se apoya en las notas que abstraen sus ideas y lo divulgan con cantos y composiciones que lo definen (o definirán) en el oído. El 68 de las hoy República Checa y Eslovaquia evoca con la música de The Plastic People of the Universe la época que les brindó el anhelo de un futuro promisorio del que hoy gozan. Todo un triunfo revolucionario.

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