663. “Cantaloupe Island” El uso de la levedad

Por Sergio Monsalvo C.

Ese que usa esta pieza llamada ¿quién es? Básicamente un tipo que lleva al cine en su corazón, que forma parte de su imaginería y que, por lo tanto, conoce los intríngulis de sus mitos y leyendas, que ha padecido sus excesos de esnobismo y ha crecido entre las teorías freudianas como si éstas fueran parte de los trastes de uso doméstico. Es también un humorista, escritor, actor, hipocondriaco, cínico, inadaptado y polémico: un artista. Su nombre verdadero Allan Stewart Köninsberg, que nació un primero de diciembre de hace 88 años y hoy es el reconocido Woody Allen.

Es un genio cinematográfico y lo que mejor sabe hacer con tal genio y gracia es provocarnos momentos de disfrute con sus bien contadas historias (la sencilla y la sofisticada, la irónica y la sarcástica o la mordaz, cómplice y referencial). A los pocos minutos de empezar una de sus más de medio centenar de películas (de las cuales ha dirigido cincuenta) comienza uno a sonreír y la refrescante sensación se va a mantener hasta el final. Para luego salir contento de la sala cinematográfica y durante el tiempo siguiente evocar gags, situaciones, diálogos y personajes. Reír de nueva cuenta, señal evidente de que se la ha pasado uno muy bien.

Y también volver a agradecer el lujo de que este tipo incansable siga regalándonos una película todos los años, y que su prodigioso cerebro, su imaginación, su profundo y agridulce conocimiento de los seres humanos y de sus sentimientos no tenga el menor signo de deterioro. Y sus comedias sigan tan vitalistas como agradecibles. Tan divertidas como inteligentes, tan conscientemente ligeras como maliciosas, un catálogo muy sabio de las cosas que pueden ocurrir en el amor y en el deseo, en los juegos de seducción entre hombres y mujeres, en la batalla entre las apetencias y las conveniencias.

Woody Allen ha tenido siempre esa rara habilidad para darle la mayor naturalidad y levedad a sus comedias (cosa absolutamente contraria en sus dramas). Y todo aquello se encuentra en su nuevo filme Coup de chance (Golpe de suerte), filmada en París y en francés. En él, durante las escenas donde aparece el protagonista y un ex compañero de la escuela, compartiendo, en medio del enredo, esas pequeñas cosas que hacen disfrutable la vida (entre ellas sentarse a comer algo en un parque), suena como fondo musical el tema “Cantaloupe Island” para proporcionar el mood de aquellas situaciones.

Escenas donde la música mantiene en ese estado de ligereza que transmite la melodía, así como también lo hace el resto de la película. Tal ánimo, hace pensar en que, por lo regular, la vida cotidiana puede ser un plomo, pero cuando algo (por nimio que sea) surge y hace sentir liviana la cosa, brota el deseo de que nunca se termine. “Cantaloupe Island” lo sostiene de manera ejemplar en tales secuencias.

Lo curioso del caso es descubrir que Allen utiliza por primera vez un tema jazzístico fuera de su ámbito recurrente. Las cintas del neoyorquino siempre han echado mano del jazz clásico, es decir el hot, el dixieland, el swing y los standards del cancionero estadounidense.

Flashback. Cuando en 1977 su película Annie Hall ganó cuatro premios Óscar de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood, Woody Allen no estuvo presente en la ceremonia a pesar de haberle correspondido el galardón por la mejor película y el mejor guión. Durante la ceremonia se especuló y bastante sobre lo que Allen podría estar haciendo mientras su película era homenajeada en la Meca del cine.

Todo lo dicho era posible, aunque la respuesta al hecho resultó más sencilla y casi un gag. Desde hacía años, todos los lunes, Woody Allen se reunía con un grupo de amigos con quienes había formado una banda de jazz para tocar en un pequeño bar de Nueva York llamado Michael’s Pub, y como la entrega de los Óscares se realiza en lunes, pues simplemente no fue. Los lunes le eran sagrados para tocar el clarinete.

Luego, como conmemoración a los veinte años de tocar juntos, The New York Jazz Ensemble, al que pertenece Allen, realizó la grabación del disco titulado The Bunk Project bajo la dirección musical de Eddie Davis y con otros músicos invitados. El grupo siempre se había dedicado a la interpretación del hot jazz de Nueva Orleans (con «Burgundy Street Blues» y «Weary Blues» como muestra).

Entonces, ¿qué impulsó al director para recurrir a una composición de 1964 para su nueva película? La opción es pues sorpresiva y la decisión gratificante, a fin de cuentas, porque la pieza es magnífica por ese carácter que la ubica entre el hard-bop y el soul jazz.

Tal tema tiene ese ritmo adictivo que va impulsando la trama narrativa como una secuencia que incita tanto al cuerpo como al espíritu. Debido a la estructura simple de los acordes y el ritmo lento del movimiento armónico, resulta ser una canción adecuada para mantener las sensaciones.

Tras su estreno el director neoyorquino dio la explicación al cuestionamiento: quiso homenajear a las películas francesas de las décadas de 1950 y 1960, como Ascensor para el cadalso, de Louis Malle, y otras de Claude Chabrol, Jean-Luc Godard o Franc?ois Truffaut, por ejemplo, en las que utilizaron ese jazz moderno, que, según el mismo Allen, en aquella época en la Unión Americana solo escuchaban los fanáticos, porque los cineastas franceses lo habían popularizado.

“Cantaloupe Island” es un track del álbum Empyrean Isles que Herbie Hancock publicó en 1964. Al instante se convirtió en un standard para todos los grupos que practicaban el jazz modal. Hancock lo compuso y grabó como solista cuando aún era miembro del quinteto de Miles Davis.

El año anterior, Davis lo había invitado a unirse a su banda para las sesiones de Seven Steps to Heaven. Luego de ello se quedó durante seis años con tal grupo (ocho discos después, hasta In a Silent Way, de 1969,), y ahí, con Davis, aprendió la importancia del silencio y el espacio, el concepto del tempo como algo esencial al jazz, y aceptó la sugerencia de pasarse al piano eléctrico Rhodes e incorporar elementos del rock a su música.

Por su parte, Hancock aportó al quinteto un sonido amplio, audaz y a la vez agradable, con marcadas raíces blueseras. Durante esa época, arrancó su carrera como solista con el sello Blue Note, destacando de entrada por sus sofisticadas composiciones, entre las que se encontraba “Cantaloupe Island”.

Pero esta pieza era muy diferente de la música más abstracta que Hancock estaba creando con Davis. Era un ritmo funky de 16 compases con inflexiones de blues y construido sobre un piano repetido que alternaba entre tres acordes menores. Para ayudar a Hancock a mantener el ritmo adictivo estuvieron el bajista Ron Carter y el baterista Tony Williams, dos de sus colegas del grupo de Miles Davis. Y en un movimiento inusual, el pianista sólo utilizó a un trompetista cuando lo normal en el género eran dos; el elegido fue el virtuoso trompetista Freddie Hubbard.

De esta manera el otoño del 2023 trajo varias sorpresas y motivos para festejar. La nueva película de Woody Allen, como sigue ocurriendo desde hace medio siglo; la noticia de que el director, con 88 años, continúa en activo produciendo buen cine, y la evocación de un tema clásico del jazz: “Cantaloupe Island”. Una combinación que proporciona ánimos y placeres, esas pequeñas cosas que hacen disfrutable la vida, en tiempos por demás densos e intrincados.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.