589. Beatles: For dummies (I)

Por Sergio Monsalvo C.

El escritor y Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez lo sintetizó así, con un recuerdo propio que se convirtió en universal: “Esta tarde, pensando todo esto frente a una ventana lúgubre, donde cae la nieve, con más de cincuenta años encima, y todavía sin saber muy bien quién soy ni qué carajos hago aquí, tengo la impresión de que el mundo fue igual desde mi nacimiento hasta que los Beatles comenzaron a cantar”.

Efectivamente, ellos trastocaron la conservadora normalidad preponderante (esa generalización de la vida con sus papeles específicos de género, sociales, económicos y políticos a la postre). Aquella década en que tuvieron su vigencia creativa como grupo y que se inició con el lanzamiento de Please Please Me puso en tela de juicio lo anterior y mostró nuevos caminos y retos para todos y para todo.

Los Beatles –cuyos integrantes eran originarios de una gris ciudad portuaria del occidente inglés: Liverpool– iniciaron sus andanzas como grupo de rock & roll y rockabilly, haciendo versiones de Carl Perkins, Little Richard, Chuck Berry, Buddy Holly, etcétera (sus influencias iniciales, como las de todos los grupos de aquella ciudad), pero al incorporar a su repertorio lo aprendido del soul de Tamla Motown, el twist, el skiffle británico local, las piezas instrumentales y los fugaces hits musicales que se sucedían de manera imparable en las jukeboxes de sus lugares de reunión, encabezaron el sonido del Merseybeat (que al internacionalizarse se convertiría en la primera Ola Inglesa).

El grupo reunió todas aquellas formas y bajo dicha alquimia –y de manera imperceptible– su música se transformó. Ellos la llevaron entonces hacia caminos insospechados, inéditos y definitivos, en donde se mezclarían a futuro todavía más elementos, además de las ya citadas, y más influencias (como la psicodelia, el entramado barroco, el folk rock –bajo la sombra de Dylan, of course–, el experimentalismo, las ragas hindús, el hard rock y el pop de cámara, entre otros estilos y géneros. Todo ello, aunado a su interrelación con la revolucionaria cultura popular de la época, contribuyó a su trascendencia).

Como en todo equipo de trabajo, cada uno de sus elementos jugó un papel importante. Sin las ideas publicitarias y mercadológicas del mánager Brian Epstein la historia hubiera sido distinta (utilizó todas las que había en ese momento y volvió ultracomercial el producto “beatle”, per secula seculorum), lo mismo se puede decir del talento como productor de George Martin, quien supo sacarle a cada uno de los músicos –y a sus canciones– sus mejores cualidades y enriquecerlas con el trabajo de estudio. Ello fueron legítimamente el quinto y sexto integrantes del grupo.

Por todo lo mencionado, el “sonido beatle” estuvo desde su primer álbum.  Y en cada uno de los siguientes discos apareció un “sonido beatle” diferente, nuevo y con diversas facetas (no hay uno solo y único). Todo el tiempo se reinventaban.

El lenguaje que regularmente se escuchaba en las canciones pop de fines de los años cincuenta y principios de los sesenta era producto estadounidense, y principalmente de compositores profesionales agrupados en una especie de fábrica de crear éxitos llamado Brill Building, de la cual se surtían los cantantes en boga.

Con la llegada de los Beatles esto cambió, la perspectiva se modificó y fue el propio intérprete el que debía escribir sus canciones que hablaran de experiencias vividas y directas y con estilos rítmicos diversos que lo identificaran. Ellos crearon el formato clásico del grupo genérico e incorporaron las armonías vocales de todos los integrantes.

El debut del grupo, Please Please Me (lanzado en 1963), se convirtió en todo un éxito en el Reino Unido, fue un luminoso estallido de gozo y exultación musical. Contenía ocho temas compuestos por la novísima mancuerna Lennon-McCartney (fogueados durante seis años en antros, bares y clubes de diversa ralea alemana y británica) y media docena de piezas (cóvers) de autores estadounidenses.

Entre los primeros destacan: “I Saw Her Standing There”, “P.S. I Love You”, “Do You Want To Know A Secret?” y la mencionada “Love Me Do”. Todas con su propia poética y anecdotario estudiado hasta la saciedad, pero con esta última (“Love Me Do”, el primer sencillo de los Beatles, grabado por primera vez el 5 de octubre de 1962) fue con la que se dieron a conocer al mundo, les dio carta de naturalización y señaló el advenimiento de su propio universo.

De las versiones, brillan el trato y la apropiación estilística que hicieron de las piezas “Anna” de Artur Alexander, “Chains” de Carole King, “Baby It’s You” de Burt Bacharach y “Twist & Shout” de Bert Russell.

Con la aparición de su álbum debut (que como dato adicional debe quedar señalado que se grabó en un total de sólo once horas) la generación a la que perteneció este hecho primeramente fue auditorio privilegiado y, luego, testigo histórico de una nueva manera de hacer música tanto como de una nueva forma de escucharla. Desde entonces, lo vivido con ella se trasmitió a la postre oralmente, de una generación a otra, como un bien cultural común.

Tras arrasar en las listas de popularidad y crearse un público en el Reino Unido, con la aparición de su segundo LP: With The Beatles (lanzado en noviembre de ese mismo 1963), dicho territorio les quedó pequeño y voltearon hacia el otro lado del Atlántico para continuar con el desarrollo de lo que sería su “destino manifiesto”.

La segunda obra resultó igualmente magnífica, con un diseño semejante de cóvers de autores de la Unión Americana (los mismos seis escogidos), comenzando con “Till There Was You” de Meredith Wilson, canción escrita para el musical The Music Man; el himno clásico del rock “Roll Over Beethoven” de Chuck Berry, “Devil in Her Heart” de Richard P. Drapkin, una pequeña maravilla del rhythm and blues que había pasado desapercibida en la interpretación del grupo femenino The Donays, y las tres joyas de la corona: “”Please Mister Postman”, “You Really Got a Hold  On Me” y “Money”, procedentes de la factoría Motown, a las que el cuarteto de Liverpool les puso el sello de “inconmensurables”.

Y las (ocho) de hechura de la casa, entre las que sobresalen: “All My Loving”, “I Wanna Be Your Man” y “Not A Second Time”, de Lennon-McCartney. Harrison, a su vez, colabora con “Don’t Bother Me”. En ellas se mantiene el impulso, la energía y la candidez de su anterior trabajo aunados al contagioso beat y a su vibrante actitud.

Lograron con este par de discos, en un solo año, una de las cumbres mayores en la historia del rock con su luminosidad lírica y calidad tanto compositiva como interpretativa. En eso fueron distintivos y originales. Sus pegajosas armonías y lenguaje impregnaron –e impregnan aún– el inconsciente colectivo, primero por su sencillez musical (en Please Please Me) y luego por su incipiente sofisticación (en With The Beatles hubo más percusiones y se comenzaron a “doblar” las voces).

Hacia el final de 1963 la travesía de “I Saw Standing There”, como single que desembarcó el sonido del grupo en los Estados Unidos, prendió la mecha de un fuego inacabable, conocido como “beatlemanía”, cuyos ecos se han dejado sentir hasta la fecha y no creo que dicha tendencia vaya a cambiar en el futuro. Su música ha sido el soundtrack de más de medio siglo y continúa vigente.

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