585. El perfume (Libros canónicos 34)

Por Sergio Monsalvo C.

Contrariamente a lo que suele pensarse sobre él, Kurt Cobain era un lector consuetudinario y con una cultura autodidacta más que aceptable, a pesar del medio en que se desarrolló, en Aberdeen, Washington, como hijo de una mesera y un mecánico de autos, en un ambiente poco propicio para el desarrollo intelectual.

En la cultura del rock, desde su plataforma sesentera, todo autor de canciones suele tener una relación cercana con la literatura. Si bien las letras de las piezas por mucho tiempo no fueron consideradas estrictamente como poesías, muchos músicos desarrollaron este aspecto de manera muy ligada al mundo literario (lo cual tuvo su pináculo y reconocimiento como otra forma literaria con la obtención del Premio Nobel, por parte de Bob Dylan).

Kurt Cobain era un gran lector, estaba orgulloso de ello, y la estética de sus letras –muchas recubiertas de una buscada banalidad rabiosa, pero de encriptados sentimientos y el uso de interesantes figuras poéticas–, estuvieron muy influenciadas por su bagaje literario.

Por sus manos y ojos pasaron el ensayo, la poesía y la narrativa. Desde los grandes clásicos, transitando por los beats y hasta radicales manifiestos feministas. Igualmente, como todo lector que se precie, en determinado momento, el líder de Nirvana hizo una breve lista de sus obras favoritas de la literatura.

Comenzó con William Shakespeare (Hamlet) y Dante Alighieri (La Divina Comedia), y continuó con autores y títulos más cercanos en el tiempo: William Burroughs con Yonqui y El Almuerzo desnudo (escritor al que admiraba, al que sintió como su mentor, y con el cual pudo tener un encuentro cercano antes de morir, en la casa de aquél, así como una colaboración que quedó grabada en un disco que se volvería de culto: The “Preacher” They Called Him).

Citó igualmente a Jack Kerouac con En el camino y Los vagabundos del dharma (los escritores beats fueron siempre de su predilección); J.D. Salinger con El Guardián entre el centeno; Charles Bukowski con La Senda del perdedor; Samuel Beckett con Tres Novelas, así como nombres como el de Katherine Dunn (Geek Love), S.E. Hinton (The Outsiders), Camille Paglia con sus Ensayos Completos y los Selected Works de Elinor Wylie.

Sin embargo, al hablar de tal listado, mencionó aparte, y con mucho entusiasmo, que una de sus obras favoritas de todos los tiempos era El Perfume de Patrick Süskind. Sobre este último título dijo al respecto: «He leído El Perfume como unas diez veces en mi vida y no puedo dejar de leerlo. Es como si algo lo estacionara en mi bolsillo todo el tiempo y simplemente no me deja».

Patrick Süskind (nacido en Ambach, Alemania, el 26 de marzo de 1949), es un escritor alemán, novelista, dramaturgo y guionista de cine, que actualmente radica en Munich, y el cual nunca esperó el éxito de su primera novela, Das Parfum (1985: «El Perfume”). Afirmó, tras su edición y buen recibimiento, que la escribió en secreto y que sus amigos y familiares no sabían de su existencia hasta que fue publicada.

«Pensé que era una historia tan absurda que, en caso de terminarla alguna vez, pudiera tener algunos cuantos lectores entre personas interesadas en la historia y la literatura», recordaba Süskind por entonces.  Cuando los críticos y los lectores en todo el orbe aclamaron la novela como una asombrosa hazaña –que para ese momento ya había sido traducida a más de 12 idiomas— el escritor respondió con cautela ante el asedio mediático.

Concedió pocas entrevistas y rechazó un premio de literatura de cinco mil dólares del periódico de Frankfurt que originalmente presentó la novela en forma seriada, jurando que jamás aceptaría un premio por lo que escribía (obviamente con el tiempo cambió de parecer).

El Perfume es un relato extraño, irónico y perturbador en torno a un antihéroe enajenado de la sociedad. Jean-Baptiste Grenouille es un bastardo huérfano, despreciado y degradado, que vaga por la Francia del siglo XVIII asesinando a hermosas jóvenes a fin de destilar con sus aromas corporales un perfume que lo transformará en el hombre más deseable y poderoso sobre la Tierra.

Los críticos han descrito la novela regularmente como un cuento de hadas, como una novela filosófica y como una alegoría de la megalomanía política.  En este último caso, algunos de dichos especialistas han trazado paralelos entre Grenouille y Adolf Hitler. Súskind confirmó la observación. El Tercer Reich, explicó, «siempre estuvo al fondo de las mentes de los miembros de mi generación. No importa que uno escriba poemas, obras de teatro o novelas. Incluso entonces es el tema», afirmó.

El autor bávaro observó con interés que los críticos franceses y anglosajones captaron la alegoría política de su relato, mientras que los críticos de su propio país no la vieron.

Los reseñistas alabaron la espléndida evocación lograda por Süskind del París y de la campiña francesa del siglo XVIII. También elogiaron sus discursos fascinantes y detallados sobre el proceso de la fabricación del perfume que figuran a lo largo de la novela. Uno de los aspectos más descollantes de la misma.

Según coinciden la mayoría de los especialistas, parte de la brillantez del texto es el uso que el autor da a los olores, tantos los sensuales como los repugnantes, como un leit motiv. El reconocido escritor y crítico John Updike llamó a esta «reconstrucción del mundo en términos de aroma» una «proeza encantadora».

Süskind, asimismo, habló de su método de investigación como el de un sumergimiento en el mundo de los olores durante los dos años que dedicó a escribir la novela. Viajaba por las regiones productoras de perfume del sur de Francia sobre una pequeña motocicleta (Scooter): «Con los goggles puestos, apenas podía ver; y con el casco, no escuchaba nada –ha recordado -. El olfato era prácticamente el único sentido que me funcionaba sobre la Vespa».

Asimismo, y en oposición, algunos críticos hicieron hincapié en que varios aspectos cruciales de la historia parecen artificiosos, sobre todo el desenlace.

Igualmente, se cita la incongruencia de que uno de los rasgos monstruosos de Grenouille sea la ausencia total de olor corporal, a la vez que por coincidencia posee también un sentido del olfato extraordinariamente agudo.

Sin embargo, lo que más apaciguó a los reseñistas, fueron, quizá, el acierto del autor de no crear personajes de más en la novela, y el hecho de que Süskind no haya incitado en los lectores empatía alguna con el protagonista, a pesar de la habilidad de Grenouille para cautivar y mantener la curiosidad sobre sí mismo, a través de toda la historia.

A la postre, la mayoría de los críticos llegó a la conclusión de que la narración absorbente e imaginativa de Süskind permitía dejar de lado la verosimilitud y abandonarse al fascinante texto escrito con un magnífico estilo.

En fin, yo creo que al igual que El nombre de la rosa de Umberto Eco, El Perfume es una fábula histórica y un libro canónico que se fundamenta (y muy bien) en la ficción, no en el realismo, para intrigar y deleitar a los lectores (con todos sus sentidos), y para reincidir en ella, tanto como para leerla diez veces y escribir alguna canción ilustrativa, como en el caso de Kurt Cobain, que descubrió en ella infinidad de cosas

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