578. Jerry Lee Lewis: The killer inside

Por Sergio Monsalvo C.

A los 75 años de edad, tras una vida llena de altibajos, desenfrenos, alcohol, drogas, estados demenciales, discursos de conservadurismo, violencia extrema, colección de esposas, muertes, graves enfermedades y mucho rock & roll, la familia de Jerry Lee Lewis decidió tomar las riendas de su vida y canalizar los restos de la explosiva energía que aún poseía y guiar de la manera menos confusa y estridente los últimos años en activo del llamado The Killer (“asesino”) del piano.

Las reducidas entrevistas o conferencias de prensa luego de esos tiempos ya no aportaron casi nada y sólo alguna arrepentida confesión, tal como les gusta oír a los puritanos estadounidenses, como el tema escabroso de su racismo rampante, por ejemplo.

Este legendario cantante y pianista de rock and roll nació en Ferriday, Louisiana, en 1935. Su padre, Elmo Lewis, lo impulsó a tocar el piano e incluso sacó una hipoteca sobre su casa para comprarle uno. Muy pronto, Jerry se familiarizó con el instrumento y a los 13 años se fue de su casa para grabar un disco en Nueva Orleáns. Naturalmente fracasó.

Después de diversos trabajos en hamburgueserías, Jerry conoció a Paul Whitehead, un ciego y viejo pianista negro y tuvo la oportunidad de tocar con su trío, primero como baterista y luego también como pianista.

Cuando el rock and roll empezó a popularizarse, Lewis se desplazó a Nashville, donde conoció a Jack Clement, autor de «It’ll Be Me», entre otras.  Clement poseía su propio estudio de grabación, donde Lewis grabó varias piezas de country. Luego de lo cual le hacen llegar la cinta a Sam Phillips, el dueño de la compañía Sun Records en Memphis, conocida por artistas como Elvis Presley, Johnny Cash y Carl Perkins.

En 1956 fue contratado por Phillips, al principio para acompañar a otros artistas en sus grabaciones. No obstante, antes de finalizar el año debuta como cantante, con un cóver de «Crazy Arms» (un hit de Ray Price en ese momento), acompañado por el lado B con «End of the Road». Fue un buen debut del que se vendieron unos 75 mil ejemplares. «Crazy Arms» asimismo significó el inicio de una serie de giras por los Estados Unidos y Canadá (entre otros con Johnny Cash).

Fue en un concierto en Canadá donde comenzó su leyenda. “Quería hacer algo diferente para mi público, así que me levanté mientras seguía tocando el piano y al topar mis botas con el taburete, lo pateé hacia atrás y empecé a aporrear las teclas de pie y con mis botas», ha recordado. Así creó su imagen de marca: se erigió en The Killer, el ego más salvaje de los pioneros del rock.

A principios de 1957 apareció «Whole Lotta Shakin’ Goin’ On», que después de un lento comienzo se convirtió en un gran éxito e incluso llegó a vender millones. El siguiente sencillo también pegó: «Great Balls of Fire», y luego otros éxitos en rápida sucesión, como «Breathless», «High School Confidential», «Break-Up» y «What’d I Say».

Su popularidad discográfica ayudó a colocar a Jerry en algunas películas de rock and roll del momento, como Disc Jockey Jamboree y High School Confidential. Sin embargo, en 1958 su carrera pareció llegar a un fin prematuro, cuando desencadenó un escándalo nacional y un boicot radiofónico a gran escala debido a su matrimonio con su prima Myra Brown, de 13 años de edad, matrimonio que por cierto duró 13 años. Tras eso tuvo que esperar y desesperar hasta que aquello se apaciguó y pudo regresar a los escenarios.

En septiembre de 1963, firmó un contrato con Smash Records, para quienes grabó dos L.P.s en vivo, The Greatest Live Show on Earth (1965) y Live at the Star Club (1964).  No obstante, su importancia había disminuído. En 1965 decidió cambiar de táctica y empezó a cantar sobre todo country y western.  La canción «Another Place, Another Time» significa el principio de un Jerry Lee Lewis muy diferente. Entre 1965 y 1971 grabó una serie de discos de dicho género de buena calidad.

En 1973 grabó el disco doble The Session con conocidos artistas como Peter Frampton, Rory Gallagher, Alvin Lee y Klaus Voorman.  Desde ese momento sacó con mucha regularidad álbumes como Odd Man In (1975).  Sin embargo, Lewis amenazaba cada vez más con convertirse en una caricatura de sí mismo, tanto en el sentido musical (el típico boogie, su estilo para cantar jalando los tonos hacia arriba) como en su vida personal (violento, alcohólico, conservador).

Hubo el intento de entrar ebrio y armado a Graceland (la casa de Elvis Presley) para retarlo. A lo que siguieron los arrestos por amenazas con armas de fuego y maltrato hogareño.

Volvió a alcanzar su viejo nivel en su primer L.P. para Elektra, Jerry Lee Lewis (1979), producido por Bones Howe.  En 1981 apareció en Ahoy’, con sus viejos compañeros de Sun, Johnny Cash y Carl Perkins.  Después corrió el rumor de que había llegado la última hora de The Killer. En junio de 1981 fue hospitalizado por úlceras estomacales abiertas.

En 1982 volvió a salir del hospital y firmó un contrato con la MCA, para la que grabó el deficiente My Fingers Do the Talking. Cuando en 1984 falleció su quinta mujer de 25 años, después de dos años y medio de matrimonio, se desencadenó la conmoción de siempre e incluso fue acusado como sospechoso de asesinato.

En 1985 ingresó al Salón de la Fama del Rock & Roll y dos años después volvió a hacer una gira por Europa. En 1989 apareció una película sobre su vida, a la que él mismo asiste como asesor:  Great Balls of Fire, dirigida por Jim McBride, con Dennis Quaid como The Killer.

El material grabado por Lewis para Sun ha aparecido en decenas de discos a lo largo de los años, todos con mezclas adicionales. Sólo las reediciones de la compañía Charly son originales. En los álbumes de Jerry Lee Lewis and His Pumpin’ Piano hasta Good Rockin’ Tonight, el material de Lewis es recopilado sin sistema y con mezclas adicionales.  De ahí a Wild One at the High School Hop son discos repetitivos. The Sun Years, en cambio, es un documento excelente compuesto por 12 discos que dan una imagen completa del repertorio de Lewis en sus mejores épocas.

En lo musical, entrado el nuevo siglo, continuó grabando y haciendo giras, pero en el 2019 sufrió un ataque cerebrovascular, por lo que sus presentaciones fueron canceladas.En lo personal, continuó con su andanza errática, como con sus constantes tribulaciones religiosas con respecto a su actividad musical y a la interpretación del rock en particular (temas que estaban vetados para los periodistas).

El ego de todos los pilares del género (Elvis, Little Richard, Chuck Berry) siempre afectó sus carreras y relaciones, sin embargo, el desmesurado de Jerry Lee Lewis le taladró el espíritu y la mente. Soportaba mal la bebida y una vez ebrio sacaba, de lo profundo de sí, la corrosión que le causaba el éxito de los demás en su propio detrimento. La fama de Elvis sobre la suya nunca pudo soportarla y esa quizá haya sido su mayor enfermedad, la que lo consumía como un cáncer desde el final de los años cincuenta.

La personalidad dividida, entre el energético e incandescente músico encima del escenario y el patán provinciano debajo de él, jamás lo abandonó, aunque los seguidores del género le agradeceremos eternamente su legado en piezas clásicas como «Whole Lotta Shakin’ Goin’ On», “Great Balls of Fire”, “Breathless” o “High School Confidential”, ejemplos inmortales del mejor quehacer rocanrolero. Hoy, su familia sigue cuidándolo a la edad de 86 años y su página noticiosa estancada con el añejo anuncio de una posible reaparición, la de éste, el último sobreviviente de los pioneros del rock & roll.

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