529. El beat de la identidad / VI (2011-2012)

Por Sergio Monsalvo C.

2011

En el 2011, en Túnez, el vendedor callejero Mohamed Bouazizi se prendió fuego como protesta antigubernamental. Se inició con ello la llamada Primavera árabe.

Tras el evento, se estimó que cerca de 2 mil millones de persona vieron por la TV la boda del Príncipe William con la modelo y actriz Kate Middleton en Londres. Mostrándose con ello lo que de verdad le interesa al mundo.

Mientras, en los Estados Unidos comienza el movimiento Occupy Wall Street para protestar por la desigualdad social en el planeta.

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En el conglomerado de prácticas sonoras que actualmente se hace llamar indie, existe una música que no encuentra acomodo más que en los intersticios entre géneros. Una de ellas es el Alt country o country alternativo, un movimiento que si bien se fundamenta en las tradiciones del country busca la relación de éste con otros estilos como el rock, el rockabilly, bluegrass, country blues y otros formatos alternativos o indie. Tal música reafirmó su lugar en la geografía musical con un grupo llamado Wilco.

En todos sus discos, hasta el reciente The Whole Love (2011), Wilco mezcló con talento y personalidad el mejor pop, el country urbano y moderno, el rock de The Band y la experimentación del indie más sensible. El resultado: canciones que nacen cada vez que alguien las oye, no importa a qué género pertenezca cada canción o con qué instrumentos fue creada. Siempre resultan sinceras y tan cínicas como profundas, arropadas con música tersa y de exquisito desarrollo.

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Fleet Foxes, el sexteto de Seattle, desde su debut se convirtió en tema obligado en toda conversación sobre la música contemporánea. Desde el 2008 a esta parte, con cada nueva obra apuntala su investidura de gran grupo aunada a su calificada manifestación sonora. Helplessness Blues, su segundo disco habla de la infinidad de referencias que le han proporcionado su particular estética.

El grupo se decanta, una y otra vez, por la exquisitez musical. Sus armonías evocan a Crosby, Stills & Nash. El uso de la flauta remite a una interpretación plástica de sus canciones y, su juego coral, generoso y prolífico, lleva a una imaginería que expande frente al escucha paisajes de naturaleza mística. Momentos verdaderamente impactantes. Pero con ellos siempre hay más, por fortuna para nosotros.

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 Cambiando de parámetros, si su álbum anterior, Brothers del 2010, vendió más de un millón de copias y ganó tres premios Grammy, con El camino, su séptimo disco, The Black Keys se convirtieron en una banda a ser  considerada entre las grandes de las dos primeras décadas del siglo XXI. Un grupo que cuando nació, en los albores del mismo, como un dúo en Akron (Ohio), y que hacía un crudo rock de garage aderezado con blues-rock únicamente con guitarra, batería y voz, llegaría tan lejos.

Eso les sirvió como antídoto, ya que el hecho fue que musicalmente evolucionaron sin prisas, pero firmemente. Cada nuevo álbum era mejor que el anterior, y para ello el crecimiento natural de un grupo de rock auténtico les sirvió de preparación y soporte. Por eso, el disco se tituló El camino (lugar en el que se forjaron) y su portada fue una fotografía de su vieja camioneta. Una Dodge Caravan con la que recorrieron la Unión Americana, por carretera, en días y noches eternas.

2012

En el año 2012 se conmemoró el 60 aniversario de la llegada al trono de la reina Elizabeth II, en olor a rancia, rancia, rancia monarquía.

Al otro lado de Europa, y sin medir las consecuencias, el tenebroso Vladimir Putin fue electo presidente de Rusia.

Igualmente, en Inglaterra, y luego de 246 años de publicarse anualmente, la Enciclopedia Británica, abandonó la edición impresa para pasarse a on line.

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Father John Misty fue el seudónimo que escogió el ex baterista de Fleet Foxes, Josh Tillman, para hacer su debut con el proyecto musical de tal denominación. Con él derrochó la ambición artística que lo ha caracterizado desde entonces, al dejar constancia en la obra Fear Fun que habló de la búsqueda interior y del amor, las necesidades de siempre del ser humano. Dicho proceso se reflejó en piezas orquestadas con estilos variados y hasta con sentido del humor.

Su manifiesto está plasmado es un disco de freak folk exquisito con evidentes raíces psicodélicas de los años sesenta, que hablan del bagaje acumulado por Tillman y su gusto musical por Bob Dylan, Harry Nilsson, Jefferson Airplane o Simon & Garfunkel, por mencionar unos cuantos. Su lírica es un gran tonel de  palabras plenas de humor, tan alucinado como oscuro. Es la bitácora retrofuturista de un viaje al estilo Kerouac, por esa mítica California, con los estados alterados.

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¿Qué puede ser de ti si naces en los años ochenta, en el seno de una familia amante del rock clásico, del soul de la Motown, de Stax o de Fame Records? ¿Si creces en California con pinta de Buddy Holly, incluyendo las gafas, y tu mundo es totalmente vintage? Supongo que solidificarías tu gusto por el soul y el rhythm and blues de la época dorada, que te pondrías a escribir canciones pensando en los discos de 45 rpm. Y que buscarías formar un grupo con gente afín a ti.

Así, Nick Waterhouse, un joven blanco, con voz de blanco, pero alma de sureño negro se afincó en la corriente retro. Se llevó a dicha geografía todo su compendio de sucio y refrescado Rhythm & blues, soul y jazz de los años cincuenta, que era su bagaje. Y Acertó. Como buen científico de la música pasó por el experimento y el fracaso hasta encontrar su estilo. Armó un demo y acertó. Entró a grabar un disco, Time’s All Gone, con la compañía independiente Innovatie Leisure y acertó.

Por otro lado, en tal año hubo la aparición en el panorama musical del grupo angelino Best Coast, un extracto de esencia costera, que en las antípodas de aquellos barrocos muchachos playeros, llamados Beach Boys, se limitó a lo elemental para crear un pop desde el lado minimal. Un buen pop, eso sí, con sensibilidad hacia la problemática emocional de los corazones imberbes.

La agridulce realidad de quienes empiezan con su educación sentimental se dio cita en los textos de este dúo formado por Betty Cosentino y Bobb Bruno. Dicha realidad se plasmó en su disco debut, Crazy for You, y la arroparon con una repetitiva estructura musical a la que los especialistas aún no terminan por encontrarle un nombre concreto: Twee pop, bubblegum-noise, surf-pop, noise-pop, fuzzy pop…

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