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Por SERGIO MONSALVO C.

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Según el calendario y las enciclopedias el de 1966 fue un año común que comenzó en sábado. Sin embargo, quienes estamos involucrados con la música sabemos que no fue así. Que no fue un año común y que tampoco comenzó en sábado.

Lo hizo el 16 de mayo y era lunes. La aparición de Pet Sounds y de Blonde on Blonde fueron las noticias importantes, lo mismo que un par de días antes “Paint It Black” de los Rolling Stones había alcanzado el primer lugar en las listas de popularidad.

Que un día después Bob Dylan acompañado por The Hawks (a la postre The Band) se había presentado en el Free Trade Hall de Manchester, en Inglaterra, y se había enfrentado con los fundamentalistas británicos, fanáticos de la “canción de protesta”, de las armónicas colgadas al cuello y de las guitarras acústicas, que lo abuchearon (y gritaron “¡Judas!”) por aparecer con un grupo “eléctrico”, con un nuevo estilo y con canciones de amor y odio con dejos country y de blues-rock. Eran tiempos de épicas gigantes y del surgimiento de obras clásicas.

Ésas que llevan a la inmortalidad por su capacidad de imaginar de la manera más genuina los asuntos de su época, de ver las cosas de una forma completamente distinta a todo lo que les ha precedido; por su atingencia por fijar el presente y, que como dice Italo Calvino, nunca se agotan por todo lo que tienen qué decir acerca del mundo. Aquí presento tres de esas obras, que contienen todo lo anterior.

PET SOUNDS (16 mayo)

Hay discos que son joyas ensangrentadas. Obras que esconden tras de sí dramas humanos de la más variada índole. Algunos consiguen emerger de todo ello y sobrecargados con el aura que los cubre elevarse a la categoría canónica e inmortalizar su contenido. Mientras, los hacedores de los mismos adquieren status artístico y reconocimiento de genialidad, pero continúan en un infierno personal del que les es difícil salir y proseguir con su quehacer. Tal es el caso del álbum Pet Sounds y su creador, Brian Wilson.

A fines de 1964, éste había sufrido un colapso nervioso. Las giras y la obligación de crear éxitos constante y continuamente para los Beach Boys fueron demasiado estresantes para él. Al emerger de ello, y con toda la fragilidad de quien convalece de una larga ruptura psicológica, tuvo que rogar para dejar los viajes y concentrarse en el trabajo de estudio de ahí en adelante. Mientras el resto del grupo andaba de gira, Brian se dedicó a preparar el L.P. Pet Sounds que de facto se convirtió en un magno proyecto solista.

En la actualidad, todo el mundo está de acuerdo en que este disco representa una obra maestra y el ascenso a las cumbres creativas dentro de la cultura rockera por el manejo de sus exquisitas voces, la brillantez de su producción, el atinado uso de los estudios, de los músicos, por los arreglos y por las composiciones sublimes que presagiaron una nueva época. El pop sinfónico inaugurado por Brian Wilson y los textos poéticos en colaboración con Tony Asher están muy lejos de las canciones sobre el surf, las carreras de autos y el ligue playero, en las que el grupo había fundado su éxito hasta ese momento.

El público, la compañía disquera, su padre y sobre todo los demás miembros del grupo se opusieron a él, algunos de forma rabiosa, por el cambio de curso y por su madurez. Las decepcionantes ventas del álbum agravaron el asunto. No fue sino hasta en los años siguientes, cuando los Beatles siguieron el mismo camino con Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, que se comprendió la importancia del álbum.

A continuación Brian se entregaría –a pesar de los demás, de sí mismo, de sus adicciones y de un doctor que era un verdadero depredador– a un proyecto todavía más ambicioso, Smiley Smile, que le costaría aún años y años de vida y de penurias psíquicas.

BLONDE ON BLONDE (16 mayo)

Blues, folk, country y rock fusionándose de manera perfecta a lo largo de las catorce composiciones que conforman el primer doble vinil de la historia: Blonde on Blonde. Por lo general a este disco se le considera la magnus opera de Dylan y culminación de un tríptico que elevó el listón del género a lo literario y propició el despegue del rock hacia alturas ignotas.

Desde “Rainy Day Women # 12 & 35”, pasando por la paranoica “Stuck Inside of Mobile” o el suave fluir de “Sad Eyed Lady of the Lowlands”, entre otras, nada suena secundario, todo es majestuoso.

Dylan en cortísimo tiempo –un lustro— había acrisolado suficientes bagaje musical y vital para ponerse al frente de los cultivadores urbanos de la música folk, guiándolos hacia una forma de canción que se hizo llamar «de protesta», de inmensa resonancia. A continuación, en los meses que transcurrieron entre marzo de 1965 y mayo de 1966 concretó tres álbumes que inmediatamente tuvieron repercusión en el entorno musical. 

Bringing It All Back Home (salió en marzo de 1965) lo distanció del folk politizado e introdujo el campo de lo personal. En Highway 61 Revisited (agosto de 1965) desarrolló un afilado y eléctrico blues-rock para encarrilar sus visiones poéticas, y con Blonde on Blonde (junio de 1966) ofreció una majestuosa crónica de amores y odios a través del impensable acercamiento del rock al country.

Éste último fue un parteaguas importante para la música y para la cultura en general. Hasta entonces, esas músicas estaban separadas por ideologías, clases sociales y estilos de vida. Mundos enteros. Como contexto habrá que mencionar que en esa época, la Unión Americana era un hervidero de polarización debido a la guerra de Vietnam.

El público y los intérpretes de la música country, movidos por un patriotismo rústico, tosco y sumamente elemental, defendían la intervención militar en aquel país. Los seguidores del rock, por el contrario, se oponían fuertemente al mismo. El giro de Dylan, fue entendido como una traición.

[VIDEO: Bob Dylan – Absolutly Sweet Mary Blonde On Blonde 11, YouTube (ziyaretçi)]

La irradiación ideológica de Dylan en el caldero de la contracultura había enfrentado tres batallas: contra los puristas, contra los tradicionalistas y contra los fundamentalistas con cada uno de aquellos discos, y con cada uno de ellos salió victorioso.

Se convirtió en el supremo taumaturgo de las raíces mitológicas (folk, blues y country) inventadas por el rock, en su voz y en su señalizador de los momentos sociales, a pesar suyo.

FREAK OUT! (27 junio)

Existe un poster que fue icónico en su momento y hoy es legendario. Frank Zappa sentado en el W.C. Un auténtico retrato en blanco y negro del artista posadolescente. El retrato dadaísta por excelencia de la era dorada del rock. En él, Frank metafóricamente se caga sobre todo y sobre todos. ¿Por qué? Porque era un observador y como tal había visto la estulticia concentrada o repartida generosamente por doquier: en la política, la moral, los lugares comunes que regían la sociedad, en los hombres, en las mujeres, en el sexo, en la religión, en la cultura…

Y porque era un artista en toda la magnitud del concepto, de la palabra, porque era un genio poliédrico, con cantidad de registros, compositor inmenso, músico expansivo, personaje franco y cultivador del humor hasta la crueldad; porque su talento lo avaló obra tras obra, colaborador tras colaborador, concierto tras concierto, entrevista tras entrevista, de principio a fin, comenzando por ese alumbre de la extrañeza llamado Freak Out!

Al frente de The Mothers of Invention (originalmente se llamaron Mothers, que en el lenguaje del jazz es la abreviación de «motherfuckers«, o sea, músicos que de verdad la hacen) lanzó su material compositivo que convirtió al grupo en una empresa kamikaze y lo bizarro en campo para el rock, porque el estreno en vivo de cada canción suya solía provocar de inmediato la prohibición de volver a aparecer en el lugar correspondiente.

El grupo de tal periodo constituyó una mezcla fascinante de autodidactas y músicos con antecedentes clásicos, que sabían fundir sin ningún problema la rudeza del rock con músicas más complejas. Eran solistas excelentes, como él, poseían potencial. Como líder les brindó espacio para las excursiones e improvisaciones necesarias. Zappa definió desde entonces la esencia del grupo. Tenía un don natural para causar disturbios, como músico y como vocero, y su trabajo siempre singular lo elevó al nicho merecido entre sus carcajadas burlonas.

Por cierto, un par de días después de la aparición de Freak Out!, Dylan sufriría un grave accidente de motocicleta y todo volvería a cambiar. No. Definitivamente 1966 no fue un año común.

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