Intuitivamente, de la evolución y de la innovación echó mano el género rockero para enfrentar el fin de un ciclo y el comienzo de otro.






Intuitivamente, de la evolución y de la innovación echó mano el género rockero para enfrentar el fin de un ciclo y el comienzo de otro.
En el año 1970 se cimentaban en la Gran Bretaña tres tótems del rock, tres grupos que delimitarían las bases para los nuevos subgéneros.
El de Sharon Jones fue un soul vital y envolvente, apoyado por característicos alientos y arropado por arreglos ampulosos y distintivos.
Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, es una novela dolorosa y apasionante. En ella la tragedia se hace ejemplo, para después tornarse en mito.
Al principio Blues Project tocaba para un público compuesto por outsiders, marginales y asiduos a clubes llamados Café Au Go Go o Matrix.
La ruptura de lo habitual, del dominio sobre la realidad práctica, como lo hace el cine, es la condición para el nacimiento de lo poético.
Con el rock and roll, la jukebox tuvo su pináculo, pues esa «música selvática» fue vetada, al inicio, por casi todas las emisoras de radio.
Un grupo humano en busca de su razón de ser dejó patente el compromiso social y artístico de una galardonada autora llamada Toni Morrison.
Cada canción importante es poliédrica y cuenta con infinidad de historias en su haber, como “Susie Q”. De eso trata el canon de un género.
Rod Stewart reconoció y aprovechó su lugar en el mercado, al ubicar su estilo entre la balada sentimental y un dinámico rhythm and blues.