513. Bob Dylan 80 / 2:

Mejores discos del Siglo XX

Por Sergio Monsalvo C.

El que avisa no es traidor: la siguiente lista es definitivamente subjetiva, como todas las listas.

THE FREEWHEELIN’

(Columbia/Sony, 1963)

El debut de Dylan un año antes (Bob Dylan, 1962) sólo encontró escuchas entre los folkies de Greenwich Village. Con la aparición de The Freewheelin’ ya nadie pudo hacer caso omiso de él. Contiene himnos absolutos para el movimiento protestatario de los sesenta, como “A Hard Rain’s A-Gonna Fall”, “Masters of War” y “Blowin’ in the Wind”; canciones de amor agridulce como “Don’t Think Twice, It´s All Right” y “Girl From The North Country”; romanticismo folk y country-blues de músico vagabundo. Una muestra temprana de su genio.

BRINGING IT ALL BACK HOME

(Columbia/Sony, 1965)

La portada ya anunciaba un cambio de paradigma: una hermosa mujer vestida de rojo y recostada sobre un sillón. Dylan, muy arreglado y en un ambiente compuesto por gato-revistas-discos-chimenea victoriana. La bohemia pop en lugar del discurso folk. Lo más importante fue que la música cumplió con lo prometido. Una tormenta eléctrica de imágenes y belleza sobrenatural, desde “Mr. Tambourine Man” hasta “It´s All Over Now, Baby Blue”.

HIGHWAY 61 REVISITED

(Columbia/Sony, 1965)

Ya encarrerado, Dylan presentó la segunda parte de un tríptico que hasta la fecha no tiene igual en la historia del rock. Este disco, que empieza con “Like a Rolling Stone” y termina con “Desolation Row”, alcanza altísimos vuelos poéticos de alturas brechtianas. De paso inauguró un nuevo género: el folk-rock. Como acompañantes fungieron el niño prodigio de la guitarra Mike Bloomfield, el organista Al Kooper y el baterista Harvey Goldstein. Es el álbum de Dylan para la sobrepoblada “isla desierta”.

BLONDE ON BLONDE

(Columbia/Sony, 1966)

Por lo general a este disco se le considera la magnus opus de Dylan y el único álbum doble de la historia, aparte del Electric Ladyland de Jimi Hendrix, que no hubiera resultado mejor de haberse hecho en uno solo. Lo merecía. De las 14 piezas, ya sea la alucinante “Rainy Day Women # 12 & 35”, la paranoica “Stuck Inside of Mobile” o el suave fluir de “Sad Eyed Lady of the Lowlands”, entre otras, nada suena secundario, todo es majestuoso. Robbie Robertson es uno de los acompañantes del maestro.

NASHVILLE SKYLINE

(Columbia/Sony, 1969)

La comunidad de seguidores de Dylan ya había pasado por muchas cosas hasta ese momento, pero esto ya era demasiado. ¿Un dueto con Johnny Cash, al que los dylanianos consideraban tan reaccionario como John Wayne? A los discípulos de Bob les hubiera gustado borrar esta obra del mapa. Estaban equivocados. La nueva versión de “Girl of the North Country” es un sueño maravilloso, así como “Lay Lady Lay” una canción de amor sin esperanza. Es el existencialismo con sombrero de cowboy.

BLOOD ON THE TRACKS

(Columbia/Sony, 1975)

Si existiera música que sangrara se escucharía en este disco. Las escenas del final de un matrimonio descritas por Dylan desgarran la piel y el corazón. Impresionan, conmueven e inquietan. Bob deja muy atrás categorías como blues, rock, folk o country. Puede llamarse catarsis lo que aquí se celebra. Causa admiración cómo se logran resultados geniales con los recursos más austeros. Allen Ginsberg festejó sobremanera esta obra, y el tema “Idiot Wind” se estableció como una pieza inmortal.

DESIRE

(Columbia/Sony, 1976)

El dramaturgo Jacques Levy buscó a Dylan para colaborar con él. A éste se agregó la violinista Scarlett Rivera, que marcó una atmósfera muy especial, además de la excepcional Emmylou Harris en los coros. Dylan aparece como crítico social (en “Hurricane”, donde se pone de parte del campeón de boxeo Ruben “Hurricane” Carter, acusado de homicidio); de contador de cuentos (“Joey”); de viajero incansable (“One More Cup of Coffee”); de amante (“Isis”, “Sara”), como si cada canción fuera un drama representado.

OH MERCY

(Columbia/Sony, 1989)

Este disco habla del camino errante que Dylan emprendió en los años ochenta entre la religión y las confusiones musicales. Lo cierto es que Oh Mercy salvó la década para sus admiradores y probablemente también para el propio Dylan. Y esto se debe a que supo crear un puñado de canciones espléndidas, entre las que “Ring Them Bells”, “Everything Is Broken” y “Man in the Long Black Coat” pueden considerarse lo mejor de su clase. Por fin un disco de Dylan volvió a escucharse como un concepto.

WORLD GONE WRONG

(Columbia/Sony, 1993)

El círculo se cierra al tornar Dylan de nueva cuenta al lugar donde empezó: los Coffee Houses. Una obra tormentosa, con un fuego que quema el alma. “Blood in My Eyes”, “Broke Down Engine” o la canción que sea debe escucharse con veneración. Después de Dylan sólo Townes van Zandt, Johnny Cash o Nick Cave han descendido a tales profundidades y vuelto para contarlas. En las liner notes el propio Dylan apunta: “No volverá a haber canciones como éstas”.

TIME OUT OF MIND

(Columbia/Sony, 1997)

Éste es literalmente un renacimiento. Bob Dylan acaba de escapar por un pelo de la muerte, aunque es verdad que el disco se terminó de trabajar antes de que enfermara del corazón. De cualquier forma es cierto que rara vez se ha escuchado tan lleno de dolor y desesperanza al maestro: textos negros y espesos; la voz como una llaga abierta, la música como un crujir hacia todos lados. Dylan canta: “Ya no tengo hacia dónde voltear, ya no tengo ninguna esperanza”. Los tiempos estaban cambiando para desquiciarse.

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