633. The Divine Comedy: Tres décadas de arte

Por Sergio Monsalvo C.

El amor por la música es el hecho responsable de The Divine Comedy, ese proyecto de pop orquestal o barroco (nacido y sostenido por un solo individuo) que ha triunfado desde los coletazos del britpop. Sirva tal hecho para reconocer la labor de este hombre llamado Neil Hannon, cuya música que ahora además de estar unida por su historia al british barroque, ha enriquecido a las generaciones posteriores, en periodos temporales distintos (en tres décadas), dotando a la música popular de un cuidado mundo compositivo y del don de la melodía.

En el Pop Barroco las letras están llenas de pasión y sus delicadas melodías envueltas en unas producciones repletas de cuerdas, vientos y atmósferas románticas, que lo coronan como el epítome sonoro de las almas enamoradizas y del público dedicado a celebrar el amor y el desamor.

Dicha situación permite convertir un recital, un disco o una pieza del mismo, en una historia que contar, y donde se pueden variar las emociones dependiendo del estado de ánimo del intérprete y enseñarle al público lo que éste es y lo que ha sido.

Con ese estilo se puede cambiar la esencia de las armonías y con ello lo que ofrece es la posibilidad de una liberación sensual y de sostener una relación absolutamente emocional con el tema.

Las piezas de este pop resultan ser parte de uno de los subgéneros más difíciles en los cuales componer. Son como pedazos de cristal, así de frágiles y que, además, irán fraguándose lentamente en cada uno de sus creadores.

Esas canciones de amor pueden también ser de aventuras en las que cabe toda la experiencia del vivir. Pero encontrar esa canción llena de candor y tan ingenua como profunda es casi un milagro, como han comentado sus compositores.

El Pop Barroco es una gran herramienta para formar oyentes con oídos abiertos a cualquier experiencia. Habrá que tener en cuenta que éstos antes han escuchado repertorios heterogéneos, pero con poco o nulo acercamiento a las Toccatas de Bach, a Cage, a Mozart o a Beethoven, aunque estos últimos parezcan del dominio público.

Los intríngulis musicales de Debussy, de Varese o de Chaikovski, han sido también parte importante de tal experiencia que los ha hecho (o hace) conocidos (aún en fragmentos) gracias a la evocación de los músicos pioneros del pop barroco o del rock (en alguna de sus variantes progresivas) que profundizaron en ese trabajo de divulgación compositiva. De eso hace 60 años.

Lo más característico de la actual andanza de este pop es el afán incluyente (en tiempo y espacio) y sus aportadores, como Hannon, se inscriben desde el indie pop al rock alternativo, pasando a veces por el pantano de las listas de popularidad sin ensuciarse las alas, y con una infinidad de intérpretes y matices, entre cuyos ejemplos señeros están los de Divine Comedy.

Nunca será ocioso volverse a plantear la pregunta sobre quién es Neil Hannon. Es más, creo que debe hacerse cada vez que este artista saca a la luz un nuevo disco, porque con cada obra producida los adjetivos elogiosos se multiplican sobre su persona, merecidos a cual más.

El dandismo que caracteriza a este irlandés del Norte (nacido en 1970) es un fenómeno que une vida, literatura y música. Porque no sólo la vida se refleja en su arte sino que, por lo regular, el arte se refleja en su vida.

La actitud de Hannon es social y culturalmente una pose, un desafío y una arrogancia. Pero es también signo de una actitud de iconoclastia (musical, sobre todo).

El triunfo de dicha actitud, y la manera en que la vive, se percibe en las líneas de sus canciones o en la disquisición teórica del concepto que plasma cada vez. Es, en fin, tanto un observador como un protagonista de la dantesca comedia del vivir.

De ahí el nombre de su proyecto: The Divine Comedy, con el que ya ha cumplido tres décadas de existencia.

Un proyecto que lo mismo abarca la participación de un buen número de colaboradores –más que grupo— que el accionar solitario. Por ello Hannon puede parafrasear lo que Flaubert dijo con respecto a sí mismo (en relación con Madame Bovary): “Yo soy The Divine Comedy”.

Divine Comedy se encuentra entre lo más destacado del rubro pop barroco, al que Hannon le ha agregado su ilustrado referencialismo, producto de una vasta cultura individual.

Por sus letras transcurre poesía moderna, romántica y simbolista, literatura de entre siglos; pintura prerrafaelita, expresionista y abstracta; cinefilia (surrealista, nouvelle vague, musical y de época) y del pop musical contemporáneo.

Una especie de gentleman sin tiempo, en pleno siglo XXI. La seducción del arte es su consigna bélica de músico y hombre airado, que se viste, habla, perora, canta y escribe elegantemente, como una forma de manifestar su disgusto y disidencia contra el hoy (contra el poder del vulgar ahora) expresándolo en la estética de la creación.

Con cada disco Neil Hannon (alias Divine Comedy) corrobora los acentos que lo han caracterizado en lo musical desde sus primeras muestras: clase, refinamiento, sofisticación, excentricidad con sus propias leyes a contracorriente; y, en lo lírico, con escanciadas dosis de ingenio, inteligencia y escepticismo en su observancia del mundo actual.

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