Por SERGIO MONSALVO C.

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Wolf Biermann nació el 15 de noviembre de 1936 en Hamburgo. Su padre, un constructor de máquinas de los astilleros alemanes, fue encarcelado ese mismo año debido a su militancia comunista y murió en el campo de concentración de Auschwitz bajo el gobierno de Hitler. Wolf entonces se crió con su madre, igualmente una comunista activa.

A los 17 años, en 1953, en plena posguerra y por convicción propia se fue a vivir a Berlín del Este, sector controlado entonces por los soviéticos, donde llevó a cabo estudios de economía política y de teatro, bajo la influencia de Bertolt Brecht. Trabajó un par de años como asistente de dirección en el grupo de arte dramático Berliner Ensemble y en los siguientes se dio tiempo para estudiar y terminar las carreras de Filosofía y Matemáticas.

Alrededor de 1960, comenzó a escribir y presentar sus propias canciones de protesta. Un año después fundó el Teatro Berlinés para Obreros y Estudiantes en Prenzlauerberg, con el que ensayó su obra Berliner Brautgang. Fue el tiempo en que comenzó la construcción del Muro de Berlín que dividiría  simbólicamente al mundo en dos. Como ciudadano de la RDA (Alemania del Este) sus actividades culturales le fueron prohibidas terminantemente, una por una, en 1965, porque, como explicaron los voceros gubernamentales, “eran contrarias a los intereses del Estado”. Por ese entonces conoció a Eva Maria Hagen y se convirtió, de alguna manera, en el “padrastro” de su hija, Nina Hagen (quien a la postre sería la reina indiscutible del punk europeo).

Tras la publicación de su primer libro de poesía y canciones, Die Drahtharfe (El arpa de alambre, 1965), Biermann se tornó objeto de discusión del XI Congreso Central del Partido Socialista Unificado de la RDA. Ahí y en la prensa oficial se le acusó de “escepticismo” y de “comportamiento pequeñoburgués y anarquista”. Fue vetado para cualquier presentación pública. A pesar de ello, siguió participando en la vida política y artística de Alemania Oriental de forma clandestina.

La presión sobre él se acrecentó aún más después de la manifestación que encabezó contra la participación de las tropas de la RDA en la invasión soviética a Checoslovaquia en 1968.  Biermann, se mantuvo así como un opositor socialista y “enemigo público reconocido por el Estado”. En la RDA sus libros y discos circulaban secretamente, pues cantar o enseñar sus canciones era penado hasta con la expulsión de la universidad.

La única obra de teatro presentada por Biermann hasta la fecha es Der Dra-Dra, estrenada en 1971, con una trama a la manera de cuento legendario enlazada por medio de baladas, cuyas metáforas el autor dejó muy claras: “El dragón es el símbolo del poder parasitario, de la explotación, la arbitrariedad y el terror contrarrevolucionario”.  La lucha contra este dragón, dónde y como quiera que se ponga de manifiesto, será el objetivo de Biermann, cuyas armas son la canción, el poema y el teatro.

En noviembre de 1976, Wolf Biermann recibió el permiso de salida del gobierno de la RDA para realizar una gira de conciertos en la Alemania Occidental. Justo después de su primera presentación en Colonia, aquella le retiró la ciudadanía y le comunicó su expulsión del país. La acción desencadenó una intensa ola de solidaridad con el poeta en ambas Alemanias.

A las manifestaciones callejeras en la RDA se les reprimió y sus integrantes fueron encarcelados. El partido oficial impuso penas a los inconformes. La expulsión de Biermann inició una evacuación intelectual de la Alemania Oriental que evocó los tiempos más sombríos de la Alemania nazi.

Compungida y enojada, la cantante de rock Nina Hagen –ya de 21 años– le escribió al Ministro del Interior, Friedrich Diekel, que Biermann había sido su padre, amigo y maestro con el cual había aprendido a actuar, tocar música, adquirir riqueza interior, reconocer los imperialismos de donde vinieran, pero sobre todo la importancia de las palabras escritas o cantadas.

Biermann, para ella, ligaba la verdad al arte, llamando a la dividida izquierda a unificarse y pidiendo una y otra vez la solidaridad internacional. Debido a ello dijo que lo admiraba y quería seguir colaborando con él en el futuro. Por lo mismo solicitó la revocación de su ciudadanía de la RDA y su salida hacia el Occidente. Le concedieron ambas cosas con beneplácito.

Biermann, mientras tanto, continuó con su labor poética y de cantautor comprometido con las luchas sociales en Berlín del Oeste, al tiempo que Nina Hagen arrancaba su carrera como reina madre del punk europeo. A fines de 1976, el día de su llegada a Occidente, declaró a la prensa: «¿Por qué estos burócratas dogmáticos no dejan salir y entrar libremente a la gente? Muchas cosas cambiarían. La gente de la RDA mostraría su magnitud espiritual y la inspiración soviéica se extendería por todo el mundo. Nacería la gran revolución, de eso estoy segura…»

Trece años después, en 1989, Nina Hagen desbordaba actividad en varios sentidos: se cambió a vivir a la ciudad de París; asistió al Congreso Mundial sobre Ovnis y Ciencias Paranormales, donde siempre era bien recibida y sus opiniones sobre los «milagros solares» interesaban; recibió una invitación especial de Raissa, la esposa del presidente soviético Mijail Gorbachov, para participar en el Día Internacional de la Mujer en Moscú; resolvió sus problemas contractuales con la compañía de discos en la que estaba e inició la grabación de su siguiente álbum, el sexto; inauguró su propia discoteca en Senden, aún RFA, donde dio a conocer el material que componía el disco Nina Hagen (Phonogram) y comenzó una gira mundial.

En tal disco la cantante se reunió con Biermann para componer una pieza que hablara de las reflexiones de ambos en torno al papel que el líder ruso estaba protagonizando en el mundo. El resultado fue «Michail, Michail (el rap de Gorbachov)». En ella, Nina Hagen utiliza entre tres y siete matices de voz y dos idiomas (ruso y alemán) y dice lo siguiente (versión de Angelika Scherp): «Michail, Michail, esta cancioncita es para ti/ No dejes que te vean la cara/ Michail, Michail/ Sigue siendo juicioso y listo,/ sigue siendo niño y también hombre/ Antes había cañones en lugar de mantequilla/ Ahora hay libertad en lugar de mantequilla/ Querido Gorbi, me preocupas/ La libertad no vale nada si no se tiene para tragar/ Quiero que el mundo no sea tan miserable/ Sólo quiero la verdad, pan y jitomates/ Rosas para el amor y un guiso de soya/ La esperanza te la regalo/ Michail, Michail/ En todas partes, Este u Oeste,/ tienes amigos, pero también enemigos/ que te desean la peste/ Michail, Michail/ yo te deseo suerte para que sigas haciendo tu camino/ sin balas en la nuca/ Los eruditos discuten si eres traidor o héroe/ A mí no me importa/ No creo que ello te ofenda/ Habrá que medirte por otras hazañas/ Libertad, canciones y salchichas para comer/ Michail, Michail/ Sé siempre hombre y revolucionario/ Michail, Michail/ A Vladimir le pregunté oye,/ ¿todo le saldrá bien con Gorbi?/ Hay tantos parásitos, bandidos con uniforme,/ Generales y oficiales golpistas,/ Pájaros gordos condecorados, tantos burócratas/ Michail, Michail/ Hay que poner a trabajar a la gente/ Una nueva era de fronteras abiertas y justicia/ Michail, Michail…»

El disco salió el 8 de octubre de 1989, en noviembre, un mes después,  Gorbachov avalaba la caída del Muro.

Desde entonces, Biermann ha escrito más de una decena de libros de poesía y canciones, libros para niños, traducciones de ensayos políticos y discos como cantautor. Recibió en 1991 el mayor galardón literario de su país, el Premio Georg Büchner. La Academia Alemana de Lengua y Poesía destacó en él al «poeta valiente» y al «creador de una nueva prosa». Reconocimiento apenas elemental para un auténtico símbolo de la época: la que va del comienzo de la Guerra Fría a la caída del Muro de Berlín. El sello de la Smithsonian Institution reeditó su legendario álbum doble de 1968, Eric Bentley: Songs & Poems of Wolf Biermann y de ahí en adelante distribuiría él mismo sus discos a través de la compañía recién creada por él, la Lieder Produktion Altona. Un indie cultural de la política, la poesía y la canción de autor.

Ahora, ya como el máximo premio literario de su país, ha continuado congruentemente con su actitud crítica hacia el sistema. El mismo Biermann, que durante muchos años se constituyó él solo en una especie de partido de oposición en la RDA.

Mientras tanto Nina Hagen sigue encarnando la provocación y la fantasía como las constantes de esta mujer de voz descomunal. La lírica de sus composiciones es la muestra pura de su avant-garde musical. Es aún un espectáculo salvaje de brujería electrónica que atrae y excita la imaginación, que profetiza y colorea la realidad con su arte y áspera genialidad. Herramientas que, unidas a las de Biermann, contribuyeron a destrozar el Muro.

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