Revolver

Disparo al infinito

Por SERGIO MONSALVO C.

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En el mítico canon del rock el álbum Revolver de los Beatles ocupa un sitio incólume entre los diez primeros lugares. Desde el momento de su lanzamiento (agosto de 1966) hasta hoy (medio siglo después) se erigió de facto en una de sus obras maestras (y clásicas a la postre), por más de una razón. Marcó un antes y un después musical, el rock elevó sus pretensiones genéricas, significó un cambio de era y mostró una vía de desarrollo no sólo artística sino también humana.

En el arte, lo importante, no es ofrecer respuestas sino brindar preguntas, crear cuestionamientos, y entre más, mejor. Con el disco Revolver, el Cuarteto de Liverpool lo hizo a granel. “Y, en estas canciones, ¿dónde está el rock?”, fue una de ellas, sobre todo por parte de quienes se habían quedado en su melodiosa época de la beatlemanía y con la imagen de sus apariciones en vivo en 1965 (del Shea Stadium, de Nueva York al Cow Palace, en San Francisco).

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Con la nueva obra de los Fab Four se hizo evidente que el rock era un espíritu omnipresente y su presencia lo contemplaba todo. Se expandía por doquier y en él cabía lo inimaginable. Ya no sólo era una manifestación juvenil, sino que en su dinámico crecimiento se incluían las preguntas por el Ser y Estar de cada uno en el mundo, por la existencia del Otro, por la vida interior y exterior, y debido a estas cuestiones se experimentó para averiguarlo y la música fue la compañera de viaje y la vocera principal de sus bitácoras, con expresiones, lenguajes y sonidos ignotos.

Revolver contenía dentro de sí, entre otras aportaciones, el hecho de un fenómeno cultural de enorme trascendencia. George Harrison escuchó el sonido del sitar indio interpretando un tema de los Beatles para el sountrack de Help! Ese sonido entre terrenal y proveniente de lo alto fue lo que llamó la atención del oído de George y firmó con él un magnífico pero muy limitado antecedente (“Norwegian Wood” en el disco Rubber Soul). Ese sonido, penetrando en el cerebro del músico, fue también el momento de una síntesis social (anglo-hindú) y el primer paso al conocimiento del Otro.

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Ese otro era el hemisferio oriental descubierto a partir de entonces por una generación que buscaba respuestas y proyecciones místicas de la existencia. A Harrison le picó la curiosidad, se compró un instrumento y buscó a alguien que lo instruyera. En una cena de la comunidad artística londinense conoció a Ravi Shankar, el virtuoso indio del sitar, y lo convenció de enseñarle los rudimentos. Ravi aceptó, y con ello George se adentró en un camino que no sólo experimentaría él sino, a la postre, todo el Occidente.

Con el conocimiento del sitar vino también el de las ciudades indias como Cachemira, el principio de la inevitabilidad…: en fin, el de otra cultura. Por ese entonces la experimentación agregaba el elemento químico como instrumento del conocimiento interno. George realizaba de manera regular viajes con LSD y en ellos descubrió que el paisaje mental que la droga le producía era uno que ya había contemplado en la India, con sus seres y sonidos misteriosos.

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Tales aventuras aseguraron la contribución que haría al legado beatle y que se imprimiría por primera vez en el disco Revolver de manera contundente: «Love You To». Una pieza que abriría el camino hacia las Indias Orientales. Así, George Harrison se convirtió en el Marco Polo del rock.

A partir de entonces el Oriente ha ejercido una influencia más que significativa para el género, sobre la base de que el hombre oriental se identifica sobremanera con las fuerzas primarias. Para la imaginería del rock, el Oriente se erigió en una tierra de sensibilidades expansivas. Con Revolver, por un lado, los rocanroleros recurrieron a la música y filosofía de la India como una ruta convincente hacia la unidad primitiva del universo, cuyo hogar es el eterno ahora, concepto del que el rock se ha nutrido desde un principio.

Por otro, el punto fundamental del álbum radica en que es un icono de la trasculturación. Al ser escuchado por primera vez la pregunta general fue: ¿Qué instrumento es ese que suena en “Love You To”? La cuestión condujo a una travesía en la que muchos se embarcaron. Algunos buscaron en ese viaje respuestas y proyecciones místicas: la ley del karma, el budismo, Abraxas, la conversación con santones (como discípulos de diversos Maharishis o gurús instrumentales). Otros se fueron por el lado de la literatura (con las lecturas de Hermann Hesse, Carl Jung y de clásicos como el poeta Alfred Tennyson) y por el de la música, con su atrayente exotismo.

Revolver, pues, fue un disco rizomático. Independientemente de las experimentaciones místico-instrumentales, las hubo en igual medida con las psicotrópicas, musicales, tecnológicas y estéticas. La psicodelia había iniciado su andar a principios de ese año (el 3 de enero, con el acid test que llevó a cabo Ken Kesey en el auditorio Fillmore de San Francisco). Durante la gira que hicieron por California, los Beatles se empaparon de la gestación del movimiento hippie y de la contracultura, de la que el LSD formaba parte.

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El contacto con éste por parte del cuarteto, propiciado por el odontólogo de Harrison, John Rilley, quien se los dio a probar con el café durante una cena en su casa (y al que “homenajearon” con el tema “Doctor Robert”), fue el causante de la creación de canciones y letras de las mismas, inspiradas por las exploraciones de los músicos con el ácido.

Están: “I’m Only Sleeping”, “She Said She Said”, “And You Bird Can Sing”, por parte de John Lennon, cuyo tema “Tomorrow Never Knows” es quizá el mejor modelo en tal corriente y que tiene como vaso comunicante la lectura del libro The Psychedelic Experience, de Timothy Leary, un manual basado en el Libro Tibetano de los Muertos.

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A su vez, Harrison, con la ya mencionada “Love to You”, pero también con la pieza anti-sistema “Taxman”, que abre el disco y “I Want to tell You” (un enfrascamiento con el lenguaje), y Paul McCartney en el lado melódico y atenuado con “Here, There and Everywhere”, “Good Day Sunshine”, “For No One”, “Yellow Submarine” (con la voz de Ringo Starr) y con “Got to Get You Into My Life”.

Sin embargo, la cereza de tamaño pastel cultural, fue “Eleanor Rigby”. Este tema (cuyo antecedente musical fue “Yesterday”), del mismo McCartney, se significó en un aparte por dos aportaciones fundamentales para el género. Primero por encumbrar a una de sus más altas cimas al pop barroco (con tan sólo un lustro de existencia); y por hacer evidente que el rock había rebasado otra frontera, mostrando a plenitud su desarrollo como un organismo vivo de cultura en expansión, hacia todos lados.

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Los usos de esta música en el disco son una prueba fehaciente de ello. El grupo, en plena explosión creativa utilizó, remodeló e innovó al género en varias de sus formas: el hard rock, el folk-rock, la balada amorosa, el pop de vaudeville, el rock psicodélico, el retro-pop, el rock sinfónico y el ya mencionado pop barroco. Los estilos se convirtieron en arcilla para este séptimo álbum beatle, en el que el rock pasó a un nivel superior en todos sus aspectos: en la forma de concebir la música, en la manera de grabarlo, en la forma de escucharlo.

Ello se debió a la madurez que habían adquirido como entes creativos y que como tales exigieron un trato diferente a la compañía EMI. Y lo primero de todo fue la libertad artística para realizar su obra, a lo que la empresa no pudo negarse dados los resultados. Se acabarían las giras y las presentaciones en vivo y tendrían más tiempo para grabar. El productor sería George Martin, quien los había acompañado hasta entonces, pero ahora como realizador independiente y tendrían los mejores estudios a su disposición, no como una oficina, sino como un instrumento más.

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Martin fue el elemento ecualizador en la ebullición artística beatle. Puso a su disposición su refinamiento, su experiencia en diversos géneros, su conocimiento de la música, su oído, su visión, su capacidad y su genio al mando de los controles de grabación. Los Beatles lo retaron a la experimentación y él recogió el guante para hacer historia.

En la hechura de Revolver se emplearon 300 horas para grabar los apenas 35 minutos que dura el disco (el triple de lo que usaron para hacer Rubber Soul). Algo inusitado en dicha época. Como inusitado fue el resultado. Usaron las más altas tecnologías que había por entonces y al quedarles cortas inventaron nuevas. Hicieron de la palabra distinto algo concreto y de las palabras de sus canciones objetos de estudio. Las portadas de los discos fueron importantes para expresar el contenido (ésta a cargo de Klaus Voorman) y se facturó una obra maestra que reunió el talento de todos en un momento único.

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