NAVIDAD

DISCOS CLÁSICOS / III

por SERGIO MONSALVO C.

 

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La Navidad (ya desacralizada) es, sobre todo, un concepto. Para unos es un jugoso negocio sentimental. Para otros es la visión de un deseo, de una espera. Para éstos últimos esa visión forma parte de la construcción del corazón y de la razón humanas. Como en Leonard Cohen, por ejemplo:

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VARIOUS POSITIONS

(“HALLELUJAH!”)

LEONARD COHEN

(Columbia Records)

El leitmotiv de la película Love Actually, protagonizada por una pléyade de actores ingleses, es la carrera por el gusto popular del simplón remake de un tema de los años sesenta: “Love is All Around” que interpretaba el grupo The Troggs, a cargo de un viejo rockero ex junkie .

Efectivamente, a su alrededor y durante las fiestas decembrinas –a través del filme– se cuentan varias historias donde el amor florece en alguna de sus formas, mientras dicha versión musical pugna por alcanzar la cima de las preferencias públicas. El tratamiento en clave humorística de tal concurso es, sin lugar a dudas, un socarrón comentario al respecto de esta situación que se vive ahí año con año.

Curiosamente, una de las costumbres recientes de la sociedad británica es que dentro de su territorio anualmente se genera una gran expectación por saber cuál será la canción triunfadora en las fiestas navideñas (como sucede en la película). Incluso entran en juego las casas de apuestas con grandes cantidades como anzuelo para la especulación. Sin embargo, en el año 2008 no había dudas al respecto. Tenía ventaja Alexandra Burke, una concursante del programa The X Factor que había encandilado a buena parte del Reino Unido.

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(“Factor X es un programa de televisión internacional dedicado a la búsqueda de nuevas estrellas musicales que tengan el talento innato”, dice su propaganda. Es una emisión  producida en la Gran Bretaña por Fremantle Media, y creada y desarrollada por Simon Cowell”.)

Su cóver de “Hallelujah”, una canción de Leonard Cohen publicada 25 años antes, ocupó el puesto máximo de las listas de popularidad: en la fecha de su lanzamiento como single (un día después de ganar el concurso), el tema superó las 100 mil descargas legales en Internet y rompió además otros varios récords de ventas.

Lo extraordinario de tal efémeride no son los datos antes mencionados, sino los siguientes: en el puesto número dos de tal lista apareció la misma canción, pero en la versión del malogrado cantautor estadounidense Jeff Buckley (de 1994), quizá la mejor realizada hasta el momento, según la crítica especializada y en opinión de respetados músicos (como Bob Dylan o Thom Yorke, entre muchos otros). Circunstancia inédita en medio siglo de historia de dicho registro.

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La iniciativa para impulsar la candidatura de esta última interpretación partió de los propios melómanos informados que detestaban –y detestan— la hegemonía ideológica y homogeneizadora de los concursos televisivos, en cuanto a la directriz del gusto musical colectivo. Empeñados en que la de Factor X (Burke) no llegara al número uno se conjuraron, en una revolución benévola y democrática a través de las redes sociales, para comprar la más venerada recreación de “Hallelujah”, la del estadounidense Jeff Buckley, quien la dejó grabada en su primer y único disco, Grace, tiempo antes de morir ahogado.

En segundo término y como efecto colateral, la campaña en contra desatada por el público británico, propició que el disco con el tema original de Cohen, Various Positions (de 1984) volviera a ponerse en circulación tanto en los medios de comunicación como en las tiendas de discos sorprendidos por el efecto producido por tal tema.

Finalmente, para Leonard Cohen, un autor cuya música no es habitual en las listas de éxitos ni en el gusto masivo, recibió un jugoso cheque por las regalías causadas por este fenómeno musical. Un hecho que lo congratuló con el mundo, luego de que saliera a la luz pública que su representante y persona de todas sus confianzas le había estado esquilmando sistemáticamente su cuenta bancaria y otros derechos de propiedad, hasta dejarlo en la inopia total ya septuagenario y luego de 40 años de trabajo. Dos regalos de Navidad que obviamente lo pusieron a reflexionar, una vez más, sobre la mística del sentido de la vida, del amor, la soledad y los deseos.

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Y un regalo a futuro también para nosotros, los escuchas, porque debido a la infame codicia de aquella persona que lo empobreció, pudimos desde entonces volver a ver y oír tanto en escenarios como en nuevos discos –en los que nunca ha sido prolífico— a este extraordinario artista que tuvo que volver a tomar la guitarra y ponerse una vez más en el camino para continuar ganándose el pan y la sal con eso que sabe hacer y muy bien: darle su lugar a la palabra para que nos  descubra los infinitos enigmas de la existencia que nos rodea.

Muchos músicos han seguido sus pautas, aunque “Hallelujah” es una canción poliédrica, maravillosa, con infinidad de posibilidades y formas de acceder a ella. Tantas que continúa creciendo y hasta la fecha se han registrado unas 300 versiones de manera oficial. Comenzando por el mismo Bob Dylan que quedó tan impresionado con ella que la incorporó a su repertorio y la canta regularmente en sus presentaciones en su propio estilo.

El flamenco hizo lo suyo con la robusta adaptación de Enrique Morente con Lagartija Nick. Por su parte John Cale, ex Velvet Underground, intuyó sus posibilidades y, tras recomponer el texto a capricho, se sentó al piano y realizó una versión visceral en 1991. Luego entró en otra dimensión con Jeff Buckley, que acentuó su carga erótica. Eso por mencionar las versiones más cotizadas

¿Y de qué habla “Hallelujah!” que la hace tan revisitada?

Para Cohen, su popularidad obedece a que “tiene un buen estribillo”. Pero, quitando la modestia de su autor, se puede decir sobre ella que posee un aire litúrgico que obliga a prestar atención a los versos y sus referencias mitológicas. Asimismo, puede entenderse como una indagación sobre la fe y el libre albedrío. Todo ello en caso de poseer algún sentimiento religioso. Para los creyentes en el amor se trata del deseo y sus consecuencias. Para los agnósticos, a su vez, “Hallelujah” crea su propio espacio: una zona de reflexión y melancolía.

Es una canción tan seria y sincera que no se les podía escapar tampoco a los buhoneros del sentimiento y ha aparecido en series televisivas y en películas como Shrek o Basquiat. Igualmente se ha usado en la cobertura informativa de tragedias o para despedir a personajes queridos. En realidad, esta pieza única puede ofrecer la posibilidad de respuesta a los misterios de la vida y sus desengaños. Various Positions (el disco en donde está inscrita) constituyó el florecimiento pleno de estas inquietudes místicas de Leonard Cohen.

…Tu fe era fuerte, pero necesitabas probarte. / La viste bañarse en el tejado. / Y su belleza y el brillo de la luna te superaron. / Te ató a la silla de su cocina. / Rompió tu trono. / Te cortó el pelo. / Y de tus labios arrancó el Aleluya… / Aleluya!

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THE BRIAN SETZER ORCHESTRA

DIG THAT CRAZY CHRISTMAS

(SURFDOG RECORDS WEA)

En los años noventa del siglo XX surgió una rama muy particular de la fusión del jazz con el rock, con Brian Setzer al frente. A este cantante y guitarrista se le conocía como exlíder del grupo de rockabilly The Stray Cats. Sin embargo, en el proyecto The Brian Setzer Orchestra abordó un género musical muy distinto.

Tanto con composiciones originales como con cóvers de standards rindió (y rinde) tributo a la época de oro de las big bands estadounidenses, si bien los títulos de sus canciones también pueden considerarse un homenaje a la música de los primeros días del rock & roll.

Con una big band supercargada, con Michael Acosta como director y sax tenor de la misma, Setzer emprendió su tarea de tendencia  retro con un sonido auténtico. Con ya tres décadas en haber el mercado ha reaccionado favorablemente a este reciclamiento musical.

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El efecto causado por sus discos en este formato: desde The Brian Setzer Orchestra (de 1994), a Songs From Lonely Avenue (2009), pasando por Guitar Slinger, Dirty Boogie y Wofgang’s Big Night Out, entre otros,  viene instrumentado por una sorprendente fusión de rock y swing.

Setzer, entregado a lo suyo y apoyado por brillantes líneas de metales, ha optado en dicha mezcla por el camino del boogie, el jump blues, y hasta ciertos toques de rumba y mambo, aderezados con doowop, rock & roll, rhythm & blues, rockabilly y psychobilly. El resultado es alegre y festivo gracias a la fuerza ejemplar de las músicas empleadas. Quien se quede inerme ante todo ese sonido debería mostrar por lo menos una pierna enyesada como excusa.

Con el pretexto de la Navidad, Setzer ha puesto de manifiesto claramente hacia dónde dirige su tren a todo vapor, inspirado en Count Basie, Duke Ellington y Stan Kenton (nombres que guían a este oriundo de Nueva York), con tres discos hasta el momento en dicha temática: Boogie Woogie Christmas (2002), Dig That Crazy Christmas (2005) y Christmas Comes Alive! (2010). De ellos, el segundo es el que se ha convertido en clásico.

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El líder de la banda combina en él de manera por demás atinada el exuberante swing de metales de dichos personajes con la energía pura del rock y caprichosos licks de su guitarra Les Paul modelo Gretsch Country Gentleman de 1959. Además, el baterista Bernie Dresel enriquece el cuatro por cuatro tradicional con unos cuantos patrones de Buddy Rich.

Así, la Brian Setzer Orchestra, que integra entre otros instrumentos cinco saxofones, cuatro trompetas y cuatro trombones, logra trasmitir no sólo una buena porción de alegría por la música, sino también un nuevo sentir hacia la fusión, una especie de estruendoso rockabilly vestido con traje de etiqueta. Piezas como «Dig That Crazy Santa Claus», “Gettin’ in the Mood” o “Let It Snow!, Let It Snow!, Let It Snow!”, demuestran que el rock & roll rudo y el elegante swing de big band armonizan muy bien.

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DIANA KRALL

CHRISTMAS SONGS

(Verve Records)

Christmas Songs (del 2005) es el álbum de la célebre cantante y pianista de jazz Diana Krall que realizó junto a la Clayton-Hamilton Jazz Orchestra (de los titulares Gerald Clayton, pianista, y Jeff Hamilton, baterista). Este trabajo marca dos hitos en la carrera de la Krall: es su primer disco completo de temática navideña (sin contar, por supuesto, su EP de 1998 titulado Have Yourself a Merry Little Christmas).

Asimismo, es su primera obra de estudio realizada junto a una big band (ella misma realizó los arreglos para dicha dotación). En su discografía total constituye el número nueve en su haber, ubicado entre el muy galardonado The Girl in the Other Room y el no menos brillante From This Moment On. Al tratarse de una grabación de la artista más rentable del sello, fue producida por el propio jefe de la compañía: Tommy LiPuma, el cual comparte tal crédito con ella.

La pianista ha contado que este álbum navideño lo había querido hacer desde que era niña, debido a que todos los años en su hogar cantaban villancicos y entonaban muchas de las canciones que ahora buscaba incluir en él. Escribió entonces una lista de las piezas que más conocía y recordaba: “The Christmas Song”, “Winter Wonderland”, “Santa Claus is Coming to Town”, “Sleigh Ride”… Todas grandes composiciones que han pasado a formar parte del cancionero por excelencia de la temporada.

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Krall ha nombrado a Thomas Fats Waller como su principal influencia musical. Y al igual que él, en este disco combina una técnica sublime con una gran dosis de buen humor. Esta jazzista originaria de Nanaimo, Canadá –ahora neoyorkina–, ha desarrollado una seguridad y una madurez musical incomparables a lo largo de los años, en los que se ha tenido que ganar a pulso un lugar en el género.

Su ejecución transparente de estos temas mil veces escuchados está llena de matices y de sensibilidad emocional, y su habilidad en el piano es aún más destacable al combinar el sentimiento del soul con el swing de la orquesta.

El esmerado trabajo tanto de la cantante y pianista, como del productor y los directores de la orquesta lograron que Billboard, la revista especializada en música y el referente oficial del medio, le otorgara el casillero número 14 en su lista de “Los Mejores Álbumes de Jazz de la Década” (Top Jazz Albums of the Decade). Muy recomendable. Felices fiestas.

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