755. Latin Jazz: Colorido y expresión.
El término «jazz latino» cumplió ya más de 80 años y surgió de la fusión del género sincopado de la Unión Americana con los elementos rítmicos de la música tradicional afrocaribeña. Con el tiempo no sólo el Caribe (con Cuba principalmente), sino también otros países del continente han continuado con dicha aportación.
Los orígenes prehistóricos de esta mezcla musical se pueden rastrear hasta comienzos del siglo, cuando el puerto de Nueva Orleáns realizaba un intenso intercambio comercial con el de La Habana, Puerto Príncipe, las Bahamas, Puerto España, etcétera.
La cultura musical aparejada con dicho intercambio no se hizo esperar y los ritmos y danzas de esos países comenzaron a tener cabida en los propios de los Estados Unidos. El ragtime y el blues asimilaron rápidamente sus formas y hasta sus instrumentos. La obra de Scott Joplin, W. C. Handy o Jelly Roll Morton proporciona algunas pruebas de ello.
Durante la década de los treinta la influencia latina se volvió aún más notoria debido a la gran explosión de la música popular estadounidense en manos de directores de orquesta como Don Azpiazú (quien puso la rumba en todos los oídos anglosajones), lo mismo que Xavier Cougat. El jazz lo hizo especialmente con Duke Ellington y dos composiciones de su arreglista y trompetista puertorriqueño Juan Tizol: «Caravan» y «Conga Brava». Ambas se convirtieron en parte de casi todos los repertorios de la gran cantidad de orquestas que inundaron aquel país del Norte.
Sin embargo, fue en los años cuarenta cuando las formas de construir los ritmos y las melodías, así como su técnica interpretativa, se convirtieron en fundamentales para el jazz y el término «jazz latino» caracterizó un género musical.
Los percusionistas de origen afrocubano fueron piezas importantes para el comienzo de la historia. El colorido, la audacia técnica, las expresiones, los cambios rítmicos y la improvisación a cargo de los músicos encargados de los bongós, tumbadoras, timbales, maracas y güiros, entre otros, resultaron inspiradores para las formaciones orquestales o grupales del jazz moderno.
Durante los cuarenta, un proceso recíproco vinculó firmemente al jazz con los instrumentos y músicos cubanos. Al principio de la década Frank Grillo «Machito» fundó a los Afro-Cubans en Nueva York, orquesta en que el concepto de la big band se combinó con las percusiones y estructuras musicales cubanas.
El éxito de esta combinación señera se debió también a la de Machito con Mario Bauzá, arreglista y trompetista cubano quien junto con el director inició el género como tal con la pieza «Tanga Suite», estrenada en La Conga Club del centro de Manhattan. Desde 1948 hasta los sesenta Machito contrató como solistas a famosos músicos de jazz, como Charlie Parker, Flip Phillips, Howard McGhee, Cannonball Adderley, Cecil Payne y Johnny Griffin.
En 1947 Dizzy Gillespie, una vez respirados los nuevos aires, creó su orquesta de jazz afrocubano, que incluía al legendario percusionista Chano Pozo, influencia determinante en el bebop que quedó plasmada en el tema «Manteca». En el mismo año, Stan Kenton integró a su orquesta de jazz progresivo al guitarrista brasileño Laurindo Almeida y al bongosero Jack Costanzo. La canción «El Manisero», de éxito millonario, fue la síntesis de sus experimentos con lo latino.
Durante los años cincuenta, otra generación de bailes procedentes del Caribe se popularizó en los Estados Unidos: el mambo, el merengue y el cha cha cha pronto entraron a formar parte de los repertorios de las big bands que tocaban jazz para bailar –Pérez Prado, Tito Puente, Chico O’Farrill, entre otros, encumbraron la década–. En los pequeños grupos de bebop, las tonadas latinas solían acompañar el menú normal de los repertorios; como ejemplos sirven «My Little Suede Shoes» de Charlie Parker y «Un poco loco» de Bud Powell.
Los elementos latinos fueron incorporados a tal grado al estilo del bebop que para fines de la década su presencia era común, pero algunos músicos ponían un énfasis especial, tales como George Shearing, Cal Tjader, Sonny Rollins (compositor e improvisador de melodías de calypso), Horace Silver y Herbie Mann.
Los sesenta presenciaron el surgimiento de fuertes influencias brasileñas sobre el jazz. La dinámica samba y el sereno bossa nova alcanzaron a un amplio público a través de las grabaciones de Stan Getz, Charlie Byrd, Astrud Gilberto y Antonio Carlos Jobim. No obstante, los elementos cubanos seguían prevaleciendo, tanto por medio del bop como en la música de Mongo Santamaría y Willie Bobo, cuyos grupos combinaban canciones populares con ritmos cubanos y apasionadas improvisaciones.
A fines de la década, Airto Moreira dio inicio a un segundo periodo de influencia brasileña al introducir ritmos y decenas de instrumentos brasileños a grupos de jazz-rock en los Estados Unidos. Grabó con el siempre visionario Miles Davis y a comienzos de los setenta fue el primero de una serie de percusionistas brasileños en el grupo Weather Report, además de formar parte del primero de los grupos de Chick Corea llamados Return to Forever, al igual que su esposa, Flora Purim. La voz de Milton Nascimento, así como sus composiciones, fueron mostradas al mundo a través del grupo de Wayne Shorter.
Otras facetas del jazz latino se desarrollaron dentro del free jazz, género que alienta a la experimentación dentro de diversos estilos étnicos. Durante los setenta, el Gato Barbieri realizó muchas grabaciones en las que su ejecución dinámica del sax tenor se combina con elementos rítmicos argentinos. Asimismo, lo hizo Astor Piazzola con el tango.
En 1978, el Art Ensemble of Chicago grabó una pieza juguetona de reggae –la aportación jamaiquina– en el álbum Nice Guys, y en 1981 Oliver Lake fundó Jump Up, grupo comercial de reggae-jazz.
Dos músicos encarnan la influencia que la música latina siguió ejerciendo sobre el jazz en los ochenta: Naná Vasconcelos formó parte de los grupos de jazz-rock encabezados por Pat Metheny y del trío de free Codona, mientras que Paquito D’Rivera dirige desde entonces a pequeños grupos de bebop en interpretaciones de jazz afrocubano.
La lista de músicos e instrumentos que se han incorporado al jazz latino ya es gigantesca; sin embargo, hay intérpretes que destacan sobremanera: Arturo Sandoval, Eddie Palmieri, Israel «Cachao» López, Dave Valentin, Gonzalo Rubalcaba, Néstor Torres, Paquito Hechavarría, Irakere, Ray Barreto, Johnny Pacheco, Ralph McDonald, Sal Márquez, Carlos Santana, John McLaughlin y un larguísimo etcétera. Por otro lado, disqueras como GRP, Fania, Sony Latin Jazz y Messidor se han especializado en la grabación de tales artistas del género.
El primer cuarto del siglo XXI ha visto surgir a otros tantos y dotar al jazz de la aportación latina contemporánea, con sus exquisiteces rítmicas, técnicas particulares, generosa ductilidad en las improvisaciones y un cúmulo de aderezos que adornan y elevan la calidad de las interpretaciones.