740. The Rolling Stones (Mejores discos – VI)

Por Sergio Monsalvo C.

Tras Beggars Banquet, publicado el 5 de diciembre de 1968, que se convertiría en un triunfo artístico, los Stones comenzaron a recorrer su universo musical con pasos cómodos y llenos de autoridad. Brian Jones había quedado muy al margen, (durante la grabación de aquel disco se la pasó apáticamente en algún rincón del estudio) y ya sólo quedaba su despido y la forma de hacerlo. Así sucedió el 8 de junio de 1969. Se le permitió una salida honorable: pudo explicarle a la prensa que se había separado por diferencias musicales. Un mes después murió (3 de julio de ese año).

La apreciación de parte de los tabloides escandalosos, y de los documentales de nota roja, de que Mick, Keith y el mánager Oldham acabaron con él de manera sistemática ha sido una tontería, así como la especulación de que murió asesinado por un empleado suyo. Los músicos malditos muertos, congelados en fotos de juventud, resultan apreciables; pero otra cosa es convivir con ellos. Así que hay que quitarle a Brian Jones la etiqueta de víctima. Tras revisar los abundantes archivos, investigaciones judiciales y médicas, los seguidores de esta teoría conspirativa tuvieron que rendirse y aceptar el veredicto: “Muerte accidental”.

Para los Stones fue la figura central hasta 1964, determinó el rumbo del grupo, fungía como vocero y les daba el auténtico aire bluesero con su armónica y guitarra slide. No obstante, su influencia empezó a desvanecerse en cuanto se produjeron las primeras canciones de Jagger/Richards. Jones no componía. Para el fin de la década ya estaba acabado, lo cual tenía sus motivos: su consumo bárbaro de drogas y alcohol, que tuvo un final mortal. Aunado a su forma de ser paranoica, complicada e hipersensible. Conforme perdía el control y la confianza en sí mismo se hundía cada vez más.

Para rematar el asunto, Anita Pallenberg, su pareja lo dejó para quedarse con Richards. Jones, de por sí vulnerable, se desplomó. Inició un tratamiento psiquiátrico y a la postre se le detuvo por posesión y enfrentó un juicio formal. Condenado a nueve meses de cárcel, el veredicto se cambió por tres años de libertad condicional. A comienzos de 1969 ya no era capaz de salir de gira con el grupo. En junio lo despidieron y se le permitió, como dije, una salida honorable. De su cuenta corrió el fatídico final.

En los siguientes días de su desaparición hubo un concierto de homenaje en el Hyde Park, donde los Stones anunciaron un nuevo comienzo. Luego vino la grabación de “Honky Tonk Women”, en compañía del jovencísimo y muy talentoso guitarrista Mick Taylor, emergido de la escuela de John Mayall. El sencillo puso su nivel en alto. En él brillaba a través del groove soberano de Charlie Watts, los riffs monumentales de Richards y el grueso sonido de los metales.

A partir de ese momento prácticamente ya no podían cometer errores. Por primera vez desde 1966 el grupo volvió a realizar una gira por los Estados Unidos en noviembre de 1969, la cual –como se sabe—terminó con el desastre de Altamont el 6 de diciembre. No obstante, en el aspecto musical se hallaban en su zenit. En el álbum Get Yer Ya-Ya’s Out, grabado entre otros sitios en Nueva York, los Stones desbordaban deseos de tocar. La integración de Taylor se había consumado con una velocidad sombrosa y muchas de las canciones incluidas en el acetato por lo menos igualan el nivel de las versiones de estudio originales.

Entonces apareció, Let It Bleed, que presentó igualmente un gran número de clásicos futuros, entre ellos “Gimme Shelter”, que ilustró a la perfección la desilusión que reinaba en la época postwoodstock, y la sardónica “Midnight Rambler”. Taylor en realidad no figura en este álbum, el cual se grabó antes de que se uniera al conjunto. Casi todas las partes de la guitarra fueron grabadas por Richards. Aunque Brian Jones participó en dos cortes de este disco, la verdad es que puede considerarse como una obra posterior. De hecho, Jones murió antes de que Let It Bleed se publicara.

Éste fue un trabajo sorprendente, el segundo de la enorme tetralogía por venir. Con su nuevo guitarrista, los Stones llevaron más lejos la propuesta de blues-rock y country-blues planteada en Beggars Banquet y lograron hacer un álbum pleno de suculencias.

A partir del primer track, “Gimmie Shelter”, se pone en claro que el escucha está ante algo grande. Es una pieza llena de fuerza, gracias a las poderosas guitarras, la ambigua letra catastrofista y, muy especialmente, por la voz de la cantante Merry Clayton, quien alcanza registros sobrehumanos. A ella se agregan “Love in Vain”, versión de Robert Johnson, “You Got the Silver” (donde Richards lleva la voz principal, por primera vez) y la magnífica composiciónque da título al disco “Let It Bleed”.

Asimismo, está “Midnight Rambler”, una inquietante saga sobre un asesino en serie (el estrangulador de Boston, quizá) que con su crescendo alcanza una intensidad insospechada. “Live with Me”, por otro lado, es un tema trascendente por varios motivos: por ser la primera pieza que Mick Taylor grabó con los Stones, y por ser la primera ocasión en que el quinteto empleaba al saxofonista Bobby Keys, quien los acompañaría desde entonces en sus aventuras musicales y on the road. Los pianos, por su parte, fueron tocados por Nicky Hopkins y Leon Russell, en tanto que la característica y potente introducción del bajo es obra de Keith Richards.

Y para rematar, la cereza del pastel (de la portada): “You Can’t Always Get Wat You Want”, que quizá no haya sido la primera canción del rock en utilizar un coro, pero sin dudad alguna ha sido una de las más significativas al contar con dicho elemento. Tanto así, que está considerada dentro del canon del género entre las piezas más importantes del mismo.

Fue un tema de larga realización. Comenzó a escribirse a finales de 1968 por Mick Jagger, en la habitación de su casa y con una guitarra acústica, y terminó siendo grabada con un coro de 200 personas, para luego ser lanzada al público el 5 de diciembre de 1969, como pieza del álbum Let it Bleed.

Es una canción inmersa en el espíritu de los tiempos. Fines de los sesenta. Confronta los ideales y utopías de la década. De la cual su estribillo ha quedado plasmado en la memoria colectiva a perpetuidad: “No siempre puedes obtener lo que quieres, pero si te esfuerzas conseguirás alguna vez lo que necesites”.

En la sonoridad de la pieza está inmerso el impacto de un coro sinfónico que le imprime color y textura a toda la melodía, producida por un Jimmy Miller en estado de gracia (que fungió también de baterista). A ello colaboraron también, Al Kooper (piano, órgano y corno francés), Rocky Dijon (tumbadoras, maracas y pandero) y las voces solistas de Madeline Bell, Nanette Workman y Doris Troy.

La idea de integrar a un coro fue de Jagger y la de conseguir al mejor de entonces fue trabajo de Jack Nietzsche. Y el mejor era el London Bach Choir. Una institución vocal británica fundada en 1876. Agrupación que contaba (y cuenta) con más de 220 miembros activos. Y cuyo prestigio está cimentado tanto en sus actuaciones en vivo como en la inmensa cantidad de obra grabada. El resultado de su inclusión salta al oído para siempre.

Tal inserto no fue una puntada momentánea, no. En aquel entonces el rock apuntaba su edad barroca con la adhesión tanto de instrumentos nuevos en su formato, así como de la coloratura vocal. El rock y pop barrocos se habían desarrollado a través de la década y llegado a una culminación en obras maestras como los de los Beatles, los Rolling Stones y otros grupos que ya preludiaban el progresivo y el heavy metal sinfónico.

El coro de “You Can’t Always Get What You Want” cantaba sobre el espíritu de los tiempos. Era la representación de la gente en él. Reinaba esa sensación de desasosiego frente al fin de la utopía, el desamparo colectivo frente a un mundo incierto y cada vez más intrincado.

Las siguientes décadas han corroborado las sensaciones. Hoy es un tiempo de confusión, de falta de compromiso; de uno donde la persecución de lo banal lo infecta todo, incluyendo el del arte y la cultura en general.

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