736. The Rolling Stones (Mejores discos – V)

Por Sergio Monsalvo C.

El de 1968 fue declarado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el “Año Internacional de los Derechos Humanos”. Sin embargo, para la historia social del mundo y para su memoria fue el año de la revuelta. Ésta se dio por doquier, con resultados ambivalentes en sus diversos escenarios. Dicha circunstancia tuvo en la música su pulso y su sonoridad.

Los Rolling Stones enfrentaron de manera explícita la realidad social de entonces. El álbum Beggars Banquet se convirtió en un triunfo artístico. Desde la energía pura de “Street Fighting Man” hasta la malevolencia hipnótica de “Stray Cat Blues”. La canción “Sympathy for the Devil” (contenida en él) ha perdurado como una cuestión de fe rockera en la crítica libre de su entorno.

El grupo, tras un fallido experimento psicodélico con su disco anterior (Their Satanic Majesties Request), retornaron a sus raíces en el blues con una limpia producción, a cargo de Jimmy Miller, y canciones tan sencillas como extraordinarias. Hubo también rock sólido, country blues y hasta toques de góspel. Las canciones mencionadas resultaron en clásicos perennes y el resto del material fue muy notable, con cortes delicados y sentidos. Un trabajo de filigrana que lo elevó a ser considerado su primera obra maestra. Una que tuvo el entorno como gran contexto.

El año de 1968 emergió como un enorme NO a la sociedad. Aspiró a la permuta en todos los órdenes de la vida, y en cada aspecto fue fundamental encontrar idearios que respaldaran en teoría las realizaciones concretas de cada campo. El del arte no fue una excepción. La pintura, el teatro, la literatura, el cine y la música cubrieron sus horizontes con dicha constante.

Todos esos instantes, lo que duró una época entera, hablaron de revolución y lo hicieron en un giro continuo de la espiral evolutiva a través de la música popular por excelencia: el rock, tanto como protagonista como soundtrack de fondo. Y éste, con su enfoque artístico nuevo, libre e indeterminado, se significó como pensamiento global comunitario frente a las filosofías de los distintos partidos y gobiernos. Muchas veces interrelacionado con otras disciplinas. Como con el cine, por ejemplo.

En aquel tiempo, la cinematografía francesa llevaba la vanguardia. Había dialogado con el free jazz y con el estilo de la bossa nova en tiempos recientes. Pero aún no lo hacía con el rock. El mayo del 68 le proporcionó la oportunidad a través de uno de sus avatares: Jean-Luc Godard.

En la década que va de 1958 a 1968 se demostró que la cultura tenía ideología, que no era un asunto aséptico o puro. En Francia dicha cuestión nació de los individuos y de su circunstancia. El país salía de una desgastante guerra colonial con Argelia y los hechos motivaban cambios. Los palpables y estructurales se dieron en el terreno cultural.

En el cine esto se tradujo en el aumento en la instauración de cineclubes por doquier. En esas salas de entre 60 y 260 butacas se fundamentaron carreras, cinefilias y se conocieron los futuros directores del nuevo cine francés al que la prensa comenzó a llamar “la Nouvelle Vague”: Francose Truffaut, Jacques Rivette, Eric Rohmer, Claude Chabrol y Jean-Luc Godard, entre otros.

Reunidos en torno a la prestigiosa revista Cahiers du Cinéma, postularon innovaciones conceptuales y técnicas. En ello iba implícita la libertad de expresión, que tuvo como piedra de toque el realismo con el que reducían al mínimo las intervenciones manipuladoras y artificiales. Era un cine muy personal, “de autor”, y alejado de las modas comerciales. Por lo tanto, también era muy crítico con su entorno y momento histórico.

Fue Godard fue quien impuso el auténtico manifiesto con Sin aliento. En ella introdujo digresiones y los lenguajes verbal (cartesiano) y cinematográfico (discursos entrecortados, fundidos, movimientos de cámara y miradas fijas) como provocación. En esa línea se mantuvo hasta el filme La China y el fin de la Nouvelle Vague. A la postre vendría su radicalización ideológica al servicio del marxismo-leninismo. Situación que lo convertiría en un paria justo a la llegada del Mayo del 68 y en la búsqueda de salidas a su ideario. El rock fue la respuesta.

Godard no era un aficionado rockero ni mucho menos, pero durante el movimiento a nivel mundial se dio cuenta del eco que tenían las acciones y declaraciones de sus artistas más representativos. Tenían posturas extramusicales. Siguió con detenimiento el hecho de que Mick Jagger se involucrara ese año en una gigantesca manifestación en el flemático Londres, para protestar ante la embajada estadounidense por lo sucedido en Vietnam. Dicho evento —en el que como notas destacadas se hablaba del hecho inédito, de la rara y multitudinaria participación juvenil y de la mezcla de los sectores participantes (de pacifistas a anarquistas ultra)—, terminó en violencia callejera y con una dura represión policiaca.

(Para la promoción del nuevo disco de los Stones, Beggars Banquet, se pusieron en circulación dos sencillos: “Jumpin’ Jack Flash” –que no se incluyó en el álbum– y “Street Fighting Man”. La reproducción de esta última canción fue boicoteada por varias radios estadounidenses, por ser considerada «desestabilizadora» y coincidir su publicación con la Canvención Nacional Dmócrata de aquel año.)

Los Rolling Stones se encontraban, pues, en el centro del huracán polémico, por el lanzamiento de aquel sencillo, que recogía de alguna manera las experiencias que Jagger había sacado durante aquella revuelta. El tema se había convertido en un himno a nivel global y cada movimiento, independientemente de su particular reclamo, la usaba como estandarte sonoro: “¿Qué puede hacer un muchacho pobre/ excepto cantar en una banda de rock and roll?/ Porque en el aletargado Londres/ no hay lugar para un manifestante callejero”.

Con ello los londinenses participaban de manera directa en el espíritu del momento —al igual que con declaraciones en la prensa—. Los Stones estaban dando los últimos toques a su nueva producción y entrarían al estudio a grabar el remate: “Sympathy for the Devil”. Godard vio entonces ahí la posibilidad de apoyar su mensaje. Hizo las llamadas justas para poder filmar al grupo durante la hechura de la canción y tejer con aquellas imágenes su discurso político.

Su línea política fluctuaba entre el marxismo-leninismo y el maoísmo, y con la creación del colectivo “Dziga Vertov”, filmaba “películas revolucionarias para audiencias revolucionarias”. Con tal objetivo llegó para dirigir One plus One, con los Rolling Stones como protagonistas.

Cuando al cine, previo a su creación, se le asigna una función fuera de su naturaleza (contar historias con una cámara), pierde su valía, su esencia y languidece. Esto le sucedió a Godard con esta película. Con ella quizó adoctrinar y perdió la excelencia revolucionaria de la que había gozado con Sin aliento. En ésta había sido innovador y crítico, libre. En One plus One comprometió su cine por la determinación de intereses ajenos a la propia creación. No fue más que propaganda.

Sin embargo, permaneció en la parte que la salvó del olvido eterno. Y por eso a la cinta se le conoce por su otro nombre: Sympathy for the Devil: la documentación precisa y minuciosa de la grabación y, ésta sí, en estado de gracia creativa de los Rolling Stones. La canción ha perdurado por sí misma.

Por otra parte, la fotografía para la portada del disco fue realizada por Barry Feinstein. El motivo escogido fue la pared de un baño cubierta de grafitis. Fue rechazada por la compañía discográfica, lo cual resultó en una disputa larga que retrasó el lanzamiento del álbum durante meses. Finalmente salió en blanco con sólo el nombre y título del disco, así como las siglas de reservación para el banquete.

Asimismo, Beggars Banquet representó la última aparición significativa de Brian Jones con el grupo (sólo intervino en dos piezas del siguiente Let It Bleed). Jones tocó la guitarra slide en “No Expectations”,la armónica en “Parachute Woman”, “Dear Doctor” y “Prodigal Son”, ? el sitar ? y la tambura en “Street Fighting Man”,? y el melotrón en “Jigsaw Puzzle” y “Stray Cat Blues”. ?Además, hizo coros, junto al resto de la banda, en “Sympathy for the Devil”.

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