734. Bebop: Una revolución musical
Por bebop se conoce el estilo revolucionario que adoptaron las innovadoras tendencias jazzísticas surgidas en los años cuarenta del siglo XX. Un concepto fresco que fascinó a los jóvenes músicos negros, que lo vieron como una vía de escape a los convencionalismos establecidos y como un símbolo generacional.
Los músicos como Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Thelonious Monk o Charles Mingus, fueron sin duda los más representativos del género. Sus intenciones fueron las de hacer del jazz una cuestión más difícil para el intérprete medio. Entre muchas de las cosas que provocó el bebop está el cambio en el auditorio, que comenzó a reunirse para escuchar a los músicos más que para bailar.
El jazz del medio siglo podría dividirse en dos eras: la anterior a Charlie Parker y la transformada por él. Un nuevo panorama surgió cuando su visión iluminó el futuro de la música. Charlie dedicó todas sus energías a aprender a tocar el sax de manera autodidacta, con un estilo personal, excéntrico y a la vez liberador. Así eran también las características del estilo bebop en cuyo desarrollo Parker desempeñó un papel fundamental junto a otros músicos que trabajaban en la misma dirección.
Charlie Parker fue el mesías del jazz moderno, motor del bebop e instigador del rhythm and blues. Cuando murió en 1955 aparecieron en el Metro de Nueva York, y el resto de Manhattan, graffiti que decían: «Bird Live». Él transformó la música gracias a su enfoque único del ritmo y el fraseo, a una profunda convicción de que las historias musicales se podían contar de modo diferente cada vez. Tocaba con una pasión y un fervor que iban mucho más allá de la maestría técnica.
Parker no tocó en un idioma que realzara el potencial de la música popular de baile, no. Debido a su nueva estética, el público llegó a concebir al jazz como una forma artística seria y como un símbolo de rebelión. El bebop se convirtió en la banda sonora de la vida bohemia y marginal, de los outsiders.
Muchos han dicho que había que ver a Thelonious Monk para oír bien su música, que el instrumento más importante del grupo era su propio cuerpo. Éste era el instrumento y el piano, un medio para sacar el sonido de su cuerpo al ritmo y en las cantidades que quería.
El ojo oye lo que el oído echa de menos. Una parte del jazz es la ilusión de espontaneidad y Monk se le acercaba desde todos los rincones. En el piano usaba los codos, pasaba los dedos por las teclas como si fueran una baraja, golpeándolas rápidamente como si quemaran. Tocaba fuera de las normas del piano clásico. Todo le salía como uno no se lo esperaba.
Sacrificaba técnicas de destreza manual por técnicas de expresividad. Está claro que nadie más podía tocar su música como él, y en ese sentido tenía más técnica que nadie. Era poseedor de gran originalidad y soltura armónica y rítmica. Sus acompañamientos a veces implicaban desplazamientos de la pulsación regular que eran poco habituales para la época. No hubo nada que quisiera hacer y no pudiera. Siempre tocó con algo grande en juego.
Hizo todo lo que le vino en gana y lo elevó a un principio de orden con sus propias exigencias y su propia lógica. Además, lanzó el look del bebop con boinas y lentes oscuros. Su música proporcionó una síntesis muy personal del jazz moderno y también sugirió firmes caminos por los que transitar musicalmente. Su talento nunca dejó de evolucionar y ampliar sus alcances artísticos.
Dizzy Gillespie era un hombre autodidacta sumamente inteligente y a principios de los años cuarenta probablemente se hubiera reído de sugerirle alguien que algún día pudiese ser invitado a la sede del poder estadounidense en Washington. En aquel tiempo, gran parte de los círculos establecidos de jazz rechazaba su música, incapaz de comprender el nuevo orden introducido por él, Charlie Parker, Monk y Mingus: el bebop.
Fueron tiempos duros para estos innovadores, pero a Gillespie le fue mejor que a la mayoría. Su resistencia, personalidad, sentido del humor y grandes aptitudes para el espectáculo lo ayudaron a sobrellevar todo. Se dio cuenta de la necesidad de presentar el jazz moderno en forma accesible.
Aunque el repertorio de sus pequeños grupos y big bands se componía principalmente de la nueva música, no era adverso a incluir una que otra pieza cómica por razones comerciales. Y su gran conjunto invariablemente era acompañado por uno o dos cantantes, como otra concesión a las personas acostumbradas a los grandes grupos de swing, con sus cantantes masculinos y femeninos.
En esa época, la banda se benefició con la presencia mercúrea de Charlie Parker, con el que Dizzy formó su asociación más fructífera. Cuando Parker estaba con él, Gillespie parecía tocar el doble de bien. La pareja se inspiraba mutuamente y las grabaciones de 1945 plasman su mejor momento, apoyados por una excelente sección rítmica.
Las presiones económicas acabaron con las big bands en el ocaso de la década. Dizzy se vio obligado a desintegrar su grupo en 1950 y de volver al formato de quinteto o sexteto. No obstante, al regresar sus triunfos ya fueron como solista. Los grandes trompetistas mueren jóvenes, se ha dicho. Afortunadamente Dizzy alcanzó una edad considerable y siguió tocando tan bien como siempre. A la luz de la historia, la evolución jazzística forjada por él y los ya citados puede apreciarse por lo que fue: una expansión lógica de la forma.
Mingus ordena. Por eso fue un líder nato de diversas agrupaciones. Por eso siempre se ofreció a sí mismo con tanta vehemencia como a su música. Y no exigía menos de sus acompañantes, de su medio, de su vida, de sus pensamientos. Carácter semejante lo colocó siempre en el centro de las turbulencias con las volubilidades propias de un artista.
Estuvo consciente en todo momento del papel que debía jugar un creador: ser parte del jazz, sí, pero también de la existencia cotidiana, de su problemática, de sus luchas constantes por la reafirmación. Por eso fue compositor e intérprete.
Como compositor fue importante en la evolución del jazz por su ineludible compromiso experimental. Poseyó la ambición para crear obras extensas, para construir y desarrollar líneas melódicas, motivos y pasajes luminosos de llamada y respuesta entre las diferentes secciones de la banda, riffs y variantes que huían del cliché, de los límites conocidos.
Mingus ordenaba. Lo mismo inexorables texturas que los gritos, pero también fue un virtuoso de su instrumento: el contrabajo. En él se dieron cita la polifonía y la voluntad de trascendencia con grandes cuadros de improvisación.
Complejidades que mostraban su personalidad como parte de la música. Un ser contradictorio y genial, talentoso y creativo, que ordenaba los pensamientos con bajos de fondo al compás de cuerdas iluminadas.