Por SERGIO MONSALVO C.

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Es posible que el jazz haya nacido en los Estados Unidos, pero la cuna del jazz de Dj que surgió hace tres décadas no fue con el sudor y la mugre de los clubes de allá, que en aquel entonces, en 1990, en su mayoría seguían produciendo la música house.

La cultura del jazz dance floreció en Londres, donde Dj’s europeos remezclaban discos de hip hop estadounidense con artistas como A Tribe Called Quest y Gang Starr. Con el tiempo llamaron la atención sobre la evolución que practicaban de formas musicales extraídas por igual de las escuelas del hip hop y el jazz.

Una de las primeras compañías disqueras en documentar dichas corrientes fue la sucursal británica del sello 4th & Broadway de Island. En 1991, bajo la dirección de su label manager Julian Palmer, comenzó la serie conocida como The Rebirth of Cool. Al final de la década, después de siete volúmenes y casi ocho años de publicación, esta colección se considera la quintaesencia del sonido contemporáneo del jazz dance de fines del siglo XX.

Las entregas sucesivas sirvieron de escaparate al desarrollo de las formas musicales modernas desde el new soul, el acid jazz y el triphop al hip hop, el rare groove, el dub, el downtempo y más. La evolución continua de la serie  y su intención fue abarcar a todas ellas sin atorarse en ninguna.

Si bien la versión británica de The Rebirth of Cool resulta definitiva, la estadounidense fue muy abreviada. Los álbumes fueron muy inferiores a sus contrapartes europeas, obligando a los Dj’s y verdaderos fans de los nuevos sonidos a acudir a tiendas especializadas o sitios para el intercambio de discos para localizar los álbumes importados.

Los primeros dos títulos de la serie nunca salieron en los Estados Unidos (el primer volumen de la secuencia de la Unión Americana correspondió al tercero de la británica); además, los problemas de derechos y las estrictas leyes que regían el sampleo en la Tierra del Tío Sam resultaron en la ausencia de seis o siete tracks de dichas ediciones.

Palmer explicó la gran diferencia entre las dos colecciones de la siguiente manera: «En los Estados Unidos se ha convertido en un gran negocio denunciar a los sampleadores –indicó–. Si en la Gran Bretaña se saca un disco convencido de haber cumplido con las regalías correspondientes a los sampleos utilizados en cada una de las canciones y luego resulta que el artista o el productor metió otra cosa sin avisarle a nadie, las sanciones no son demasiado severas. En los Estados Unidos, en cambio, reina una paranoia gigantesca en torno a estas cuestiones. Aquí pagamos un par de miles y todos se olvidan del asunto”, dijo el productor.

En cuanto a los últimos álbumes de la colección, Palmer planteó que serían un poco más experimentales todavía y mostrarían la influencia del jungle de vanguardia, lo más nuevo que hubiera en la escena británica. «Adelante cada vez. La etiqueta es tan amplia que podría significar cualquier cosa y eso es lo que resulta tan emocionante para nosotros”, explicó en su momento.

La gran popularidad de los cinco volúmenes primeros de esta serie sin duda se incrementó tras el lanzamiento de los siguientes y últimos números, The Rebirth of Cool Six  y Seven (con Island). Los productores se fueron a lo seguro y reunieron piezas que se estaban escuchando en los clubes londinenses en esos momentos. House, triphop, reggae, jungle, drum ‘n’ bass, acid jazz: hubo algo para cada quien.

La excelente selección corrió a cargo de Patrick Forge y puso de manifiesto todos los estilos, tal como lo esperaría cualquiera que conociera su trabajo como Dj. De esta manera, la serie fue un buen lugar adonde acudir si se quería uno enterar de la situación del tan fraccionado y etiquetado organismo del post-hiphop-dance-groove jazz.

El volumen final puso énfasis en el dance pop postmoderno, con tracks sorprendentes como «Horizons» de LTJ Bukem y «Feel the Sunshine» de Alex Reece, protagonistas ambos del drum ‘n’ bass, «Cotton Wool» de Lamb y «Underwater Love» de Smoke City.

Las barreras sonoras culturales fueron superadas por «Migration» de Nitin Sawnhhey; «Ponteio» de Da Lata ofreció sabores brasileños y el pionero del jazz jamaicano Ernest Ranglin hizo acto de presencia con «Surfin'». El sabor entre Grant Green y King Tubby del track de Ranglin lo conviertieron en un auténtico placer auditivo (al igual que el de su álbum Below the Bassline del que fue extraído).

Las bellas vibraciones techno surgieron por cortesía de iO y en la maravilla de Akasha. Y el esfuerzo de Lewis Taylor, «Bittersweet», fue un casamiento alucinante de abstracciones a lo Tricky y de soulismos clásicos pre digeridos, lo dejó a uno con ganas de conocer su siguiente debut de larga duración (el afamado Maxinquaye).

Hoy toda esa serie es historia pura y quizá el gran testimonio musical de aquella década. Por decirlo claro y rápido: definió el sonido de los noventa en cuanto al jazz y tuvo la suficiente energía para otorgarle la validez de un hecho cultural de avanzada. Los sonidos están todavía ahí para certificarlo. The Rebirth of Cool fueron y son palabras mayores.

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