742. The Third Stream (La Tercera Vía)
Los mundos del jazz y de la música clásica a veces se cruzan, a veces se rechazan, pero han caminado de manera paralela durante el último siglo. Son mundos con sus propias historias, leyendas, mitología y obras maestras; con personajes que han vivido el éxito y la aclamación lo mismo que el nulo o tardío reconocimiento.
Hablar de ambos resulta apasionante y obsesivo. Los aficionados de uno y otro reciben impresiones fuertes, determinantes para toda la vida. Si se les llega a preguntar sobre sus acercamientos a dichas músicas, juran y perjuran que la primera vez que la oyeron les causó una emoción tan fuerte que sienten que lo que habían experimentado hasta aquel momento no fue nada comparado con éste.
En los escuchas de ambos géneros el gusto les ha dejado una huella mucho más profunda que cualquier cosa que hayan oído antes. Y seguramente es así, porque así deben ser las aficiones: definitivas y siempre en incremento.
Estas sensaciones vuelven cada vez que se presenta la oportunidad de escuchar la música. La intención de la tercera vía fue precisamente ésa: brindar otra oportunidad para que cada uno se solazara con su afición, que se acercara a sus grabaciones para escuchar más y más, para recibir información al respecto. Los mundos del jazz y de la música clásica a veces se cruzan, a veces se rechazan: en The Third Stream se reunieron.
El jazz se ha desarrollado como parte de un triángulo equilátero compuesto igualmente por las tradiciones de la academia (la música “clásica”) y las de la música popular (el “pop”). Antes del jazz no existía un triángulo, sólo una línea o cuerda, si usted quiere, de la que por un extremo jalaban las fuerzas del arte “culto” y por otro las del “bajo”.
La música afroamericana, de la que el jazz constituye la expresión más desarrollada, ambiciosa e incluyente, alteró la geometría cultural. La hazaña de la música negra hizo del siglo XX el siglo estadounidense en la música, tal como el siglo XIX fue germano, musicalmente hablando.
El jazz, el blues, el rag, el dixie, el swing, el bebop, lo nuevo, el rhythm and blues, el rock and roll, la música disco y el rap: éstas son algunas de las etiquetas que han derivado del enfoque afroamericano de la concepción y la ejecución de la música.
No obstante, a diferencia de la mayoría de esos términos, que con frecuencia se refieren a modas musicales dependientes del mercado, el jazz ha tenido una evolución separada de acuerdo con su propia energía interior. Dicho de otra manera, se ha portado como una música clásica, a pesar de que disfrutó brevemente las ventajas de la aclamación popular, de la misma forma en que la música clásica europea las disfrutó brevemente en su momento.
Los jazzistas contemporáneos en muchos casos egresados de conservatorios, todo lo contrario de los pioneros del género, quienes no sabían (ni querían) leer partituras. Por consiguiente, gran parte del cool y del jazz de vanguardia producido desde los años cincuenta utilizó los medios de la música clásica (muchos de los experimentos tempranos hacían recordar pasajes de Bartók, Stravinsky, Milhaud o Debussy).
Esto sucedía de manera intencional, porque para el músico de jazz todo era agua para su molino. En la práctica, esto llegó a conocerse como la “Third Stream”. A veces adoptó la forma de contraponer un grupo de jazz a una orquesta sinfónica clásica, como en la obra 12 by 11 de Günther Schuller, para orquesta de cámara y grupo de jazz; Schuller, por cierto, inventó el término «Third Stream» y tocó el corno francés en un grupo de Miles Davis en 1950.
El Third Stream era interpretado por grupos comunes de jazz (o big bands), como los de Stan Kenton (Mirage de Pete Rugolo) y Egdon Heath (de Bill Russo), George Russell (su propio Concerto for Billy the Kid), Woody Herman, (Summer Sequence de Ralph Burns) y Duke Ellington, con su propia obra The Clothed Woman.
Mientras duró, el Modern Jazz Quartet formó parte del Third Stream, al igual que Lennie Tristano, George Russell y Charles Mingus. Lo mismo que en el mundo del rock, el jazz estuvo lleno de grandes nombres y un sinnúmero de fusiones de géneros entre 1950 y 1980, las cuales pedían nuevas definiciones para palabras viejas. El Third Stream se las proporcionó.
Günther Schuler, nacido el 22 de noviembre de 1925 en Nueva York, fue llevado por sus padres en 1932 a Alemania para estudiar en un internado internacional, una experiencia que resultó un fiasco. El joven Schuler no solo terminó ingresado contra su voluntad en las Juventudes Hitlerianas, sino que perdió el ojo izquierdo en un confuso incidente con un cuchillo.
De esa forma, regresó a Nueva York con su madre en 1936. Unos años más tarde descubriría el jazz. En su libro de memorias relató su primer encuentro con la música de Duke Ellington: “Mientras la mayoría del público bailaba o tomaba una bebida, yo permanecía de pie cautivado, atónito, fascinado por los hermosos sonidos que llegaban desde el escenario”.
Al joven diletante le faltó tiempo para comunicar la buena nueva a su muy germánico progenitor: “Le dije: ‘Acabo de escuchar una música que es tan hermosa como la de Beethoven y Mozart’. Casi le dio un ataque al corazón. Para él, decir eso era una herejía”.
Sus primeros pasos en la música los dio como intérprete de la trompa con Arturo Toscanini y con Miles Davis, en los tiempos de su celebérrimo noneto. A mediados los años cincuenta, Schuler, cada vez menos intérprete y más compositor y teórico, formuló su idea de una Tercera Vía (Third Stream) para el jazz, allá donde los lenguajes de la síncopa y la música clásica europea se aproximan hasta fundirse en uno solo.
En 1955, Schuller y el pianista y miembro fundador del Modern Jazz Quartet, John Lewis, crearon la Modern Jazz Society, más tarde rebautizada como The Jazz and Classical Music Society. Cuatro años más tarde fundaron la Lenox School of Jazz en Massachusetts, de cuyas aulas saldría Ornette Coleman.
La labor de Schuller en pos de la “normalización” de la enseñanza musical en Estados Unidos culminó con la creación, en 1969, de la primera licenciatura en jazz, expedida por el New England Conservatory de Boston.
Muchas de las muestras y opciones musicales de esta corriente, generaron la aparición de un sello como ECM, que unían en grupos inusuales, dúos o solistas, que prescindían de un gran número de los elementos que habían caracterizado el jazz de aquellos años: La de todos ellos fue una explosiva enérgica y dura expresividad, cargada de intensidad y éxtasis para impulsar una estetización del jazz.
Günther Schuller murió la madrugada del 21 de junio del 2015, en una cama del hospital de Boston donde estaba siendo tratado, con el Himno a la alegría de Beethoven sonando como fondo. No es posible imaginar una despedida más adecuada para quien vivió en, para y por la música, como educador, intérprete, compositor, historiador, director de orquesta. El creador de la Tercera Vía.