Cuerdas Divergentes

Roll with Beethoven

Por SERGIO MONSALVO C.

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Los mundos del rock y de la música clásica a veces se cruzan, a veces se rechazan, pero han caminado de manera paralela durante el último medio siglo.

En los albores de la historia Chuck Berry escribió que había que rocanrolear sobre Beethoven. Hoy el virtuoso cellista Yo-Yo Ma, ha exclamado que hay que rocanrolear con Beethoven.

Este músico clásico señaló que “la gran diferencia entre la música popular y la clásica radica sobre todo en el hecho de que la gente del área del rock es más creativa y arriesgada con lo que hace.

“Un creador en ese género no se esconde tras el letrerito del ‘arte’. Un intérprete debe tener la cualidad de renovarse constantemente y profundizar en el contexto de su entorno”, aconseja el divo.

El rock de hoy mira a los clásicos tanto con respeto como con la irreverencia propia de quién ha sido educado en el lenguaje de la libertad. “La música clásica no es algo sagrado e intocable”, agregó el virtuoso japonés.

Yo añadiría que tampoco el rock. Nunca lo ha sido y de ahí el gran saqueo del que ha sido víctima mañosamente. Sin embargo, lo importante es que intérpretes de ambas disciplinas lo han demostrado en los últimos tiempos.

«¡Que el músico estalle de cosas extrañas e innombrables!», escribió el Rimbaud adolescente en un esfuerzo casi sobrehumano por abrirse camino en el mundo de las sensaciones.

Resulta lastimoso que una sensibilidad semejante no haya tenido la oportunidad de escuchar las piezas realizadas por los intérpretes contemporáneos con nuevos afanes.

Lastimoso que no los haya podido oír en su cruce de voluntades, gustos y géneros, en su actitud rupturista e incluyente, un hecho que los convierte en artistas excepcionales.

Los rockeros hicieron lo suyo en este esfuerzo desde los años sesenta generando estilos y plataformas (progresivo, barroco, fusión). A los del otro lado les llevó más tiempo hacerlo de forma continuada: a partir de los noventa.

Nice, Blood Sweat & Tears, Procol Harum, Deep Purple, entre otros, por su parte; The Meridian Arts Ensemble, Hampton String Quartet, Nigel Kennedy, Kronos Quartet, por el suyo.

En la actualidad son estos últimos, los cuartetos de cuerda, quienes más han hecho por tal acercamiento y enlace. Para constatarlo basta con echarle una revisada a los programas de las salas de concierto internacionales.

Pero también a los catálogos de las compañías disqueras, que ya tienen en su haber infinidad de grabaciones en este sentido. Muchas de estas dotaciones de cuerdas han venido a engrosar el flaco panorama de antaño.

La memoria histórica nos dice que el referente del lado rockero son los Beatles, con piezas como “Yesterday”, “Eleanor Rigby”y “She’s Leaving Home”, como las más destacadas en esta senda.

Esa misma materia habla de las adaptaciones de estos cuartetos de los temas de Jimi Hendrix, sobre todo de uno en especial: “Purple Haze”, que se volvió recurrente en los encores de tales agrupaciones.

Ese cambio de actitud, ese cambio generacional, entre las huestes clásicas, atrajo a un nuevo público, más abierto y receptivo. Obviamente también tuvo que ver la precariedad de los propios músicos y su necesidad de exploración.

De manera individual, como solistas, es probable que ganaran más, pero había menos oferta para ellos y repertorios más estrechos y manidos. Al unir voluntades, instrumentos y asumir riesgos, rompieron el dique e innovaron.

Con ello comenzaron a crear repertorios propios más amplios y extraordinarios para sus presentaciones y más gratificantes y exigentes como músicos, adaptándose a la batuta y al beat rockero.

En cualquiera de sus formas este “amarre” musical resulta interesante y enriquecedor. Hay en él las versiones, por supuesto, pero también las piezas originales, la invitación hacia un quinto elemento: la voz, la electrificación, la percusión, la literatura, el tributo, la excentricidad, etcétera, etcétera.

El cuarteto como tal surgió en Viena, donde tuvo su máximo auge durante los siglos XVIII y XIX. Poco fue el avance que observó durante la siguiente centuria.

No obstante, con la llegada de los años noventa del siglo XX y su espíritu transformador, representantes de varios géneros se propusieron aumentar el vocabulario, intensificar los colores e incrementar los enfoques del formato adecuándolo a la actualidad.

El cuarteto de cuerdas es uno de los monumentos erigidos por la evolución artística de la cultura en general. Es la dotación musical más atractiva y flexible que existe.

No tienen fin los modos y las maneras en que cuatro personas pueden comunicarse a través de ella. Mucho se ha dicho sobre él, aunque su mejor definición la proporcionó Johann W. Goethe: “una conversación para cuatro personas inteligentes”.

Actualmente existen muchos grupos promotores de la metamorfosis del formato, y todos han sabido dar a la imagen polvosa de la música clásica un aspecto más fresco, sin por ello perder significado ni calidad.

Su música es desafiante y enérgica. Los integrantes de cada uno de ellos se han dedicado a borrar las fronteras entre las categorías y a atraer el interés de públicos heterogéneos.

El listado de agrupaciones es largo y excitante, lo mismo que los momentos en que los rockeros de distinto signo se han dedicado a ello, con resultados sobresalientes y memorables.

Entre los egresados de las academias se puede contar con los siguientes cuartetos: el Brodsky, F.M., String, Kronos, por supuesto, o los componentes de tal sección de la Hungarian Orchestra,

Por el lado del rock han producido buenos ejemplos grupos como Cocosuma, Elektroshock, Rock’n Roll Girls o la obra ejemplar de quienes abordan ambos mundos constantemente; Apocalyptica.

Sólo músicos con buen bagaje salen indemnes de aventura semejante. Para ello recurren a estrategias formales de caleidoscopio o de miniaturista. Barren por las principales escuelas estéticas y con ello hacen imaginar que sus repertorios podrían haber sido escritos ayer.

Asimismo, cuentan con la plena conciencia de vivir el momento musical contemporáneo de la mezcla. La propuesta sonora de estos cuartetos es absolutamente ecléctica.

A esto le agregan los ingredientes mercadotécnicos de la imagen y la ambientación que rodea a las estrellas del rock o del pop. La suma de elementos les ha redituado una sorprendente popularidad a nivel internacional.

De cualquier forma, los discos de oro, los premios, las menciones y jugosos contratos no hubieran sido posibles sin la preparación académica necesaria para sustentarlos.

La mezcla musical que tanto éxito les ha acarreado se caracteriza por muchas influencias culturales y estilos diversos dentro del rock; igualmente, los conocedores de la música clásica, también reconocerán el Adagio de Albinoni, las improvisaciones de Bach o los arrebatos de Beethoven en algunos de sus temas, pero con el cuarteto de cuerdas clásico como parte medular. En fin, otro ejemplo de que ambos mundos siempre se atraen.

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