Buffalo Springfield

Again

Por SERGIO MONSALVO C.

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La afición musical del joven Neil Young, al comienzo de los sesenta, lo llevó a ser parte de formaciones de folk y rock, que se caracterizaban por hacer giras locales en un Buick modelo 1948, color beige, cómodo, gigantesco y sólido. En una de tales giras conoció a Stephen Stills y Richie Furay, miembros de un grupo con el que alternaban, Au Go Go Singers.

Surgió la amistad con ellos, la cual sufrió un corte cuando estos últimos decidieron volver a los Estados Unidos, de donde eran oriundos, al finalizar su contrato. Neil optó por irse a su originario Toronto y emprender una carrera como músico solista de folk y, al mismo tiempo, integrarse a los Mynah Birds, grupo de rhythm and blues, con el que grabó un demo para la Motown, del cual no obtuvo buena respuesta. Eran mediados de la década.

Frustrado, sin dinero o proyectos, optó también por irse a California a ver si encontraba a Stills y conseguir algo de trabajo. Urbes como Nueva York, San Francisco y Los Ángeles, en la Unión Americana, eran el flujo natural para los artistas canadienses. Cuando le platicó sus planes a Bruce Palmer, el bajista del grupo, éste quiso acompañarlo. Así que guardaron las guitarras en el estuche y partieron.

No tenían la dirección, ni el teléfono, ni dato alguno para localizar a Stills, pero emprendieron el viaje en el destartalado coche de Neil, un viejo Pontiac de 1953, grande y negro. Atravesaron los Estados Unidos como en las célebres páginas de On the Road, uno de los libros favoritos de ambos. Kilómetros y kilómetros de carreteras, paisajes y personajes. Finalizaron la travesía con una entrada que les pareció triunfal por una de las principales avenidas de Los Ángeles, Sunset Boulevard.

Fue cuando entonces se empezaron a preguntar realmente cómo le iban a hacer para encontrar a sus conocidos. El poco dinero que llevaban se había consumido en gasolina. Un regusto de angustia les pasó por la mente, pero a los veinte años este tipo de cosas es cosa fugaz. Entonces la mano del destino, que se invita a todas las historias, apareció en escena.

Un accidente en la misma vía hizo que el tráfico se detuviera y el avance fuera lento. Neil iba a comenzar a pensar en el futuro cuando escuchó los claxonazos repetitivos e impertinentes de un auto en la parte posterior del suyo. Cuando se asomó por la ventanilla para ver qué pasaba, descubrió a unos tipos que lo saludaban. “¡Te lo dije, en un coche como ése no podía estar más que Neil!”, le decía Stills a gritos a Furay.

Comieron, descansaron y se animaron a crear un grupo. Los Beatles y los Byrds estaban en boca de los cuatro. Cambiarían las guitarras acústicas por las eléctricas, pero necesitaban a un baterista. Serían un grupo de rock, no había de otra. Dylan había señalado la ruta. Corría el año de 1966. Durante una audición que Stills había hecho para ser parte de los Monkees, conoció en la fila de aspirantes a Dewey Martin, un baterista egresado de la escena de Nashville, el cual fue convocado para integrarse a la naciente banda que se haría llamar Buffalo Springfield.

En los meses de ensayo que siguieron se pusieron de manifiesto los talentos, las personalidades y la ambición de los miembros. En ese tiempo prevaleció para su fortuna la colaboración y las ganas de mostrarla. Lo primero que buscaron fue conseguir la misma destreza en las guitarras eléctricas que en las acústicas, cosa que les resultó sumamente productiva.

En el quinteto había tres excelentes guitarristas, vocalistas y autores y un soporte rítmico moldeable, dinámico y preciso. Furay era la voz principal, pero las figuras, sin embargo, eran Stephen Stills y Neil Young. Desenvueltos en escena, de voces templadas y grandes creadores de canciones. Entre ellos se forjó una saludable competitividad. Fueron selectivos y críticos al escoger las piezas en beneficio del grupo.

Stills puso a disposición su formación directa en la lírica country con influencias del pop y Young su emotividad, excentricismo y mística. De tal manera armaron un repertorio melódico, de enormes hechuras y versatilidad refrescante. Un folk-rock de tintes hard y de elocuente trascendencia. Emitía intensidades, que esbozaba sueños, psicodelia y poesía.

Consiguieron  un lugar como “banda de casa” del Whisky A- Go-Go, santuario del rock de la Costa Oeste norteamericana durante aquella década. Su calidad los puso en el centro de donde las cosas sucedían a gran velocidad. Todo era nuevo y excitante: estilos, comportamientos, ideas, motivaciones, lo mismo que sus excesos. En medio de todo eso las baladas del grupo emergieron con luz propia y única. Las compañías discográficas entraron en el puje por su firma.

Fue en la Atlantic Records, en ese mismo año, donde vieron aparecer su primer disco, el homónimo Buffalo Springfield (1966). Stills y Young compusieron todas las canciones y crearon el mítico sonido del grupo, con mucha interacción entre los diversos tonos de las guitarras, con el intenso groove construido entre ellas y la sección rítmica.

Armonías originales que creaban un soundtrack de sugerentes imágenes inspiradas por las chicas a go-go que bailaban luciendo sus minifaldas y agitando sus melenas. Pero tal inspiración también tenía que sortear la demanda de las groupies y el canto sirénico de las drogas. La exuberancia que pronto lo envuelve todo, sin dejar espacio a la claridad.

No obstante, como oasis estaba el trabajo lírico y ese fue el que prevaleció en el álbum debut. Stills aportó siete temas y cantó en cuatro, mientras que Young lo hizo con cinco y vocalizó en dos. Hay colaboración a plenitud y eso se demuestra en el hecho de que la voz principal fuera responsabilidad de Furay, de mayor vigor y nitidez.

La temática fue heterogénea y coherente, con su clamor de fuego calmo, pero poderoso. Young ofreció “Flying on the Ground Is Wrong”, “Out of Mind” y “Burned”. Stills, por su parte, puso la canción representativa del disco: “For What It’s Worth”, el cual entró a la lista de los Top Ten. Una canción de protesta inspirada en las revueltas sucedidas en Los Ángeles.

Un suntuoso y melódico material que osciló entre lo acústico y lo eléctrico y en la fineza de las composiciones, tan enigmáticas como surrealistas (canciones reivindicativas, amorosas y de experiencias psicotrópicas). Lírica e instrumentación que serían premiadas por el reconocimiento del tiempo, el mejor juez, que inscribiría el disco en la áurea lista de los 100 mejores álbumes de la historia del rock, y que los embarcó en un gira que resultó exitosa.

Todo parecía ir viento en popa al momento de entrar a los estudios para grabar el segundo disco. Sin embargo, las cosas comenzaron a descomponerse. Neil protestó por el excesivo protagonismo de Stills; a ninguno de los integrantes le gustaba que se hubiera autonombrado vocero del grupo; Furay quería que se grabaran sus composiciones; Stills estaba en abierta competencia con Martin en la popularidad entre las mujeres.

Palmer, a su vez, era hostigado por constantes arrestos policiacos a causa de las drogas. Además, los fuertes caracteres de todos y los excesos cuarteaban la endeble estructura del conjunto. Con todo ello la grabación de la segunda obra ya no tuvo labor de equipo. La fama les propinó una novatada que no supieron asumir. La adaptación al medio los mostró inmaduros.

Para su actuación en el Festival Pop de Monterey Young ya había abandonado al grupo y fue sustituido provisionalmente por David Crosby (de los Byrds). Hubo problemas con la policía por consumo y posesión de enervantes. Y todo en medio de la grabación del disco.

El turbulento periodo en que se realizaron las sesiones incluyó, por igual las ausencias de Bruce Palmer en algunos temas debido a que las autoridades de Inmigración lo arrestaron y enjuiciaron. Bobby West y Jim Fielder lo reemplazaron. El primero de manera breve, el segundo de forma definitiva cuando fue expulsado del país. (en Canadá se convirtió en un yonqui de tiempo completo. Finalmente murió en el 2004 de un ataque cardiaco).

En el disco Stills insertó cuatro temas en los que experimentó con los arreglos y la composición. Furay debutó como compositor con tres piezas de calidad evidente, aunque rijosa contra Young (sobre todo en “A Child’s Claim To Fame”). Éste último, por su parte, regresó al grupo con tres canciones: “Mr Soul”, “Expecting To Fly” y “Broken Arrow”. Pulida orquestación, atmósferas sobrecogedoras y giros melódicos incandescentes.

A pesar de todos los conflictos, el disco editado con el título de Again (1967) resultó brillante y ambicioso. Un álbum que no desmerecía, pese a todo, frente a sus congéneres: Sgt. Pepper’s Lonley Heart Club Band, Velvet Underground & Nico y Axis Bold As Love, nada menos.

El tercer y último disco realizado por el grupo, Last Time Around (1968), fue una imposición de la compañía que los tenía bajo contrato. Ya no había relación alguna entre ellos, grabaron en distintos horarios y espacios y hubo cambios de personal: Jim Messina entró en sustitución de Fielder y al final fue quien se encargó de recopilar y cohesionar los materiales. El nivel fue alto, pero en comparación con los anteriores se escuchaba menor. Young escribió tres canciones y sólo cantó en una: “I Am Child”.

Tras la salida del disco el grupo se desbandó y los miembros emprendieron sus propios caminos. Stephen Stills formó un trío de polendas junto a David Crosby (ex Byrds) y el inglés Graham Nash (ex Hollies), Furay creó al grupo Poco al lado de Messina, y Neil Young se lanzó como solista. La trascendencia de Buffalo Springfield fue contundente y palpable, no sólo entre los grupos derivados de él sino también entre los que se formarían en las décadas posteriores bajo su sombra. Neil Young y Stephen Stills siempre se manifestaron satisfechos de los logros obtenidos por este grupo.

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