Big Bill Broonzy

Key to the Highway

Por SERGIO MONSALVO C.

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“Mi papá tocaba la guitarra, pero ahora está muerto”. Lo dijo de manera tan cándida que el maestro sintió un pequeño dolor en una cavidad del corazón. Pero en eso consistía el ejercicio: hacer que los alumnos hablaran de su entorno familiar, de lo que hacían sus padres.

-¡Oh!, lo siento. ¿Cómo se llamaba?

-Bill, pero le decían “Big Bill”—apuntó el niño. Risas del resto de los compañeros.

-¿Y qué música tocaba con su guitarra?

-No sé…música.

Aquella era la primera vez que ese muchachito confesaba tal circunstancia. Tenía cuatro años. Acababa de entrar a la escuela básica y así es como se lo había platicado su mamá. A veces lloraba al hacerlo. Era 1960 en Ámsterdam, Holanda.

Tuvo que llegar 1967, para que el maestro en turno de la primaria pidiera una más interesada explicación. ‘Michael, cuéntame con calma eso de que tu papá tocaba la guitarra’. Michael estaba a punto de cumplir doce años. Tiene ante sí un examen escolar, todas las dudas del mundo y sólo una certeza: su padre había tocado la guitarra. Y así comienza a contar su breve historia. El maestro le cae bien, es buena onda, pero ahora tiene hambre y prisa por irse a jugar futbol con sus amigos. Así que prácticamente recita lo archisabido:

“Mi papá era de América. Tocaba la guitarra y cantaba. Vino a Ámsterdam a actuar en algunos teatros. Luego se enfermó y tuvo que regresar a su país. Ahí murió”.

-¿Y cuál era su nombre?

-William Broonzy. Le decían “Big Bill”.

-Tu papá fue una persona importante, ¿lo sabías?

-Eso me ha dicho mi mamá siempre, aunque no sé muy bien por qué. A lo mejor ella dice eso porque lo quería mucho.

El maestro puso su cara de profesor y dijo que le iba a dejar una tarea, que a ambos les iba a poner una tarea. “Tú vas a investigar por qué fue importante tu papá y vas a escribirlo. Y yo voy a traducirte algunas de sus canciones. Va a ser tu calificación de gramática y redacción, ¿de acuerdo?”. No tuvo más remedio que decir que sí. Ya quería irse.

¿Por qué al maestro le interesaba tanto aquello? Si era cosa de él y de su mamá y ya. Al llegar a ese punto se sobresaltó un poco y se dijo que del asunto ni una palabra a ella, ya era suficiente con la presión del profesor. Así es que ni hablar, aunque su progenitora fuera la única fuente de información. ¿Qué hacer, entonces?

“¿Dónde se puede saber sobre la vida de alguien, cuando nació y todo eso?” La lógica, que aún no estudiaba, lo llevó a los libros, a la biblioteca, donde leyó una y otra vez: “William Lee ‘Big Bill’ Conley Broonzy. Nació el 26 de junio de 1893 en Scott County, Mississippi, en el sur de los Estados Unidos. Cantante de country blues, folk tradicional y spirituals. En 1951 viajó a Europa como solista. Al año siguiente volvió con Blind John Davis como acompañante al piano. En 1957, durante una gira por Inglaterra, se le diagnosticó cáncer. Volvió a la Unión Americana donde murió al año siguiente”. Era muy poco, con eso no llenaba ni una triste página de su cuaderno.

Michael quedó en shock. ¿Qué significaba todo eso? Y una cuestión más: Si el blues era música de negros, ¿por qué los jóvenes blancos que conocía también tocaban y cantaban esa música? Preguntas y más preguntas. “Maldición”, pensó, perdido en aquella biblioteca pública.

A pesar de todo, investigó y algunos libros lo remitieron a los periódicos de la época y a las incipientes revistas especializadas. Encontró citas que le aclararon algunas dudas, recortes de periódicos que hablaban de los conciertos de su papá y los nombres de personas en la ciudad a los que visitó para preguntarles más cosas. Igualmente tuvo la idea de comprar los viejos discos de su padre en los mercados “de pulgas” de la ciudad. Vaya, el panorama se le abrió de repente. Ya tenía respuestas.

“Maestro, escribí esto –dijo Michael cuando se volvieron a reunir, y se puso a leer–: que la música que más me gusta le debe mucho al blues y a mi padre. Eric Clapton, de Cream, y Ray Davies, de los Kinks, declararon a una revista su admiración por él y sus canciones con las que crecieron escuchando la radio.

“Ambos músicos son ingleses, ambos tenían edades semejantes a la mía cuando escuchaban los temas de mi papá en la radio, también cuando lo fueron a ver a los conciertos. Mi papá fue parte de su vida familiar, ‘la de la clase trabajadora’. En un artículo leí que Inglaterra tras la Segunda Guerra Mundial era casi toda pura clase trabajadora, y por igual el resto de Europa.

“Él fue pionero en introducir el blues, las folksongs y los spirituals en Europa. Y con ello también les abrió las puertas a otros músicos desde entonces, de Muddy Waters y a Bob Dylan, por ejemplo. Él comenzó una historia del blues británico que aún continúa desarrollándose. En sus canciones glorificó la vida errante y la visión de la carretera como experiencia con el infinito, cosas que influyeron en la literatura y música de su país. Su versión de la pieza ‘Key to the Highway’ fue una de las preferidas de Jack Kerouac y de Bob Dylan, en ese sentido.

“Mi papá se inició con el violín de niño, pero luego proyectó su talento en la guitarra, con la que modernizó el minstrel/ragtime, para pasar al blues urbano con un pie siempre en el country. Así lo hizo también con su temprano rhythm and blues de raíces, en canciones inteligentemente concebidas y estructuradas.

“Llegó a Chicago a los 20 años y fue uno de los primeros intérpretes de la guitarra eléctrica, acompañado de batería e instrumentos de viento. Preludió el blues de la posguerra con su espíritu siempre contemporáneo, sin dejar de lado sus experiencias como aparcero en el delta de aquel mítico río Mississippi de su infancia.

“Lo importante para mí –dijo Michael– es que él llegó por primera vez a Europa como músico en 1951 (estuvo antes entre 1918 y 1920 como soldado durante la Primera Guerra Mundial), donde arribó con el autoestandarte de ‘El último bluesman vivo de América’. Sus giras causaron sensación y su presencia sólo es comparable con la de Louis Armstrong y Duke Ellington, cuando trajeron el jazz al Viejo Continente. Adonde volvió al año siguiente con más acompañantes y más recursos.

“Su aura era tal que encantó a la belleza blanca que era mi madre, quien lo conoció durante algunos ensayos en el teatro donde ella hacía los decorados en 1954. Al estar frente a frente, no tuvieron más remedio que enamorarse, y de tal sentimiento nací yo en 1956, cuando él andaba de gira por los caminos europeos como si fuera por su casa. Y mi madre entonces tuvo que registrarme con su apellido —van Isveldt— porque como no estaba presente mi padre así tuvo que ser, así lo determinaban las leyes holandesas de ese entonces. Y que al regresar de sus viajes quiso arreglar el asunto luego de casarse, pero cayó enfermo y quiso ir a tratarse a los Estados Unidos para retornar sano.

“Pero el mal le ganó. Se agravó y murió el 14 de agosto de 1958 a causa de un cáncer en la garganta. Su cuerpo regresó a Chicago luego de 30 años de andanzas; de haber sido uno de los primeros blueseros en grabar; de trabajar junto a otras leyendas como Memphis Minnie y Sonny Boy Williamson; de haber sido el primer negro en actuar en el Carnegie Hall y de llevar el blues por el mundo, como un Marco Polo moderno.

“Está enterrado en el Lincoln Cemetery de Chicago, al que un día voy a ir y a decirle que gracias a usted, profesor, indagué quién era él, y que gracias a él —a su búsqueda— descubrí qué quiero ser en el futuro: productor teatral, y que mi hijo, cuando lo tenga, podrá responder cuando le pregunten en la escuela quién fue su abuelo, lo que quiso éste que siempre dijeran sobre él: ‘Simplemente que Big Bill Broonzy fue un cantante e instrumentista muy conocido, que grabó más de 300 canciones de blues’…y que ese niño se las sepa todas”.

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