La Parca

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Por SERGIO MONSALVO C.

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El rock & roll llegó para quedarse y no morirá jamás”, predicaban Danny & The Juniors en 1959, luego de las inesperadas y trágicas muertes de Big Bopper, Buddy Holly y Ritchie Valens en un accidente aéreo. Era un llamado a cerrar filas, un himno al que dentro de su candidez se puede denominar como auténtica declaración de fe, producto de una era caracterizada tanto por su inocencia como por su ardor. La muerte, a partir de entonces, dejó de ser una entelequia para convertirse en una presencia concreta para el género.

2001: Joey Ramone, John Lee Hooker, George Harrison.

Actualmente, en lo que va del siglo XXI los obituarios de músicos fenecidos han aumentado de manera considerable, cebándose, sobre todo, en muchos cuya aportación artística ha sido relevante, influyente y de larga trascendencia. Por ello, esta emisión está dedicada a enlistar algunos nombres, como ejercicio de reconocimiento y memoria cultural y para deambular de igual forma por ciertas ideas al respecto de fenecer siendo rockero.

2002: Dee Dee Ramone, John Entwistle, Joe Strummer.

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Además del sexo, las drogas y los cortes de pelo, la muerte le ha dado tono al rock desde sus comienzos. Y tanto como otras decenas de aspectos, es un elemento que vincula a Elvis Presley con los Rolling Stones; a los Beatles con los Sex Pistols; a Joy Division con Nirvana; a los Ramones con Davis Bowie. El rock sigue vivo, como vociferó Danny Rapp (quien irónicamente años después se encerró en la habitación de un motel en Arizona y se dio un tiro en la cabeza (una ironía tan rica como con dolorosas implicaciones).

2003: Robert Palmer, Johnny Cash, Hank Ballard.

Sí, el rock ha crecido y continuado a través de las décadas, pero muchos de sus dirigentes puntales no. Infinidad de ellos han muerto jóvenes y algunos, tristemente, en condiciones absurdas: víctimas del abuso de drogas y el alcohol, en accidentes automovilísticos y aéreos, por depresiones severas, suicidios, y por otras causas inimaginables. Es ya tanto una tradición añeja, como un cliché de retorcida legitimación.

2004: Dimebag Darnell, Johnny Ramone, Ray Charles.

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La estrella del rock, para el imaginario colectivo, no tiene que morir envuelto en la pasión amorosa (por alguna mujer) o musical (en la búsqueda de la nota perdida, por ejemplo) o en el afán glorioso por alcanzar algún anhelo patriótico (si alguien todavía piensa en tal cursilería), para merecer las loas eternas. Una muerte vulgar en la alberca por una congestión mezcla de alcohol y otras sustancias, o con una aguja clavada en la vena es una vía hacia la eternidad tan creíble y legendaria como las heroicidades de una personalidad histórica.

2005: Long John Baldry, Chris Whiteley, Clarence Gatemouth.

Aunque Elvis Presley haya rebasado los 30 años, edad que denostaba la generación de los años sesenta, murió joven de cualquier manera y en el proceso convirtió la edad de 42 años en un coto legendario casi tan importante como el de los 27 (uno de sus clubes más famosos), los 64 o actualmente en los alrededores de los setenta, cuando es la enfermedad –por acumulación de excesos y sus repercusiones– la que priva para el último desenlace. Es cuándo uno se pregunta entonces qué diablos ocurre. ¿El hecho de ser rockero es algo particularmente suculento para La Parca?

2006: Syd Barrett, Billy Preston, James Brown.

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De entre los atavíos del género —las drogas, el alcohol, las mujeres fatales, las obsesiones de los fans, la vida de las giras, los traslados, el estrés — es de manera inherente el acto mismo de ser uno de sus intérpretes destacados, de sus divulgadores más escuchados, de sus representantes más conspicuos, algo mortal o peligroso? ¿O será que las personas elegidas por el rock de antemano poseen una línea de vida debilitada y estén destinadas a una muerte prematura sin importar los avatares? La historia dice que sí. Casi siete décadas de tal cultura sirven un festín de muestras para tal análisis.

2007: Dan Fogelberg, Peter Kleinow, Frankie Laine.

Hay ejemplos del fallecimiento de tales músicos para cada momento y algunos para ocasiones que no sabíamos que existieran. Aun suponiendo que los líderes políticos, las celebridades del cine, las modelos, los boxeadores e incluso los corredores de autos y los pilotos del vuelo acrobático estén expuestos a los mismos peligros y tasas de mortalidad, los diversos contextos en que se mueven jamás han incluido la misma invocación desenfrenada de la muerte que los rockeros y afines, ese desafío escalofriante dirigido no sólo contra las limitantes físicas, sino también las metafísicas.

2008: Richard Wright, Mitch Mitchell, Bo Diddley.

Enfrentémoslo, para las luminarias y según las estadísticas, es difícil escapar de la muerte en el género del 4×4. En el de a de veras, en el auténtico, donde el que el arte y la vida se confunden. Como sea, la propuesta se sostiene: dedicar la vida a tal estilo musical desde siempre ha entrañado una decisión en esencia de fe religiosa dentro del más puro carácter laico, resultando ello en vidas plenas de rito y misterio. Desde sus comienzos se han insinuado en él visos de muerte y visiones del más allá, los cuales en muchos casos adquirieron bastante fuerza a través de sus canciones y de sus finales fatídicos.

2009: Lux Interior, Roland S. Howard, Willy DeVille.

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En el devenir de esta cultura, la extraña y obsesiva fascinación con la muerte y el poder sobrenatural se mantuvo bajo la superficie, si bien trasluciéndose de manera bastante clara, hasta más o menos 1968, fecha en que se manifestó plenamente. Lo que antes había sido objeto de sombrías alusiones, en importante medida debido a poderosos tabús, de súbito se convirtió en un punto focal y rasgo principal de muchos grupos y carreras, o al menos en su imagen dominante: en los Rolling Stones, los Doors, Iggy Pop, el Velvet Underground y un sinnúmero más.

2010: Ronnie James Dio, Salomon Burke, Captain Beefheart.

En los años setenta los Sex Pistols y el punk hicieron de la automutilación y el exceso verdaderos hitos (en imitación de Iggy Pop), un espectáculo rutinario y afirmación de “buen tono” como forma de autodestrucción. Syd Vicious resultó entonces el sacrificado. Al llegar los ochenta, Lennon fue asesinado por un fanático desquiciado. En 1981, las obsesiones con la muerte profesadas por personajes como Ian Curtis de Joy Division, quien se ahorcó, se consideraban románticas. En 1994 Kurt Cobain, de Nirvana, se voló la cabeza con una escopeta. El siglo XXI apenas comienza y el listado es grande.

2011: Gary Moore, Clarence Clemons, Amy Winehouse.  

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Para los rockeros, a partir de la mención del trance final en “Heartbreak Hotel”, la canción angular en este sentido, la estancia en lo tenebroso significó acercarse a esa entelequia difusa que es la muerte, juzgarse a sí mismos frente a ella y poetizar al respecto. ¿Cómo? Llevando al extremo lo que acosa la mente de nuestro tiempo: la propia vida. Y en ésta el aspecto más hedonista de la permanencia: sex & drugs & rock and roll, el slogan (creado como dieta existencial por Ian Dury), surge en todas partes y como síntesis de una esquela cuando se habla de esta escena musical.

2012: Jon Lord, Levolm Helm, Etta James.

Pero también tal slogan se mantiene como como un mantra tópico. El triángulo sagrado como explicación contundente. Son las palabras mágicas con las que el rockero prometeico –ese que ha robado el fuego– reta a los dioses, quienes en venganza lo encadenan de manera atávica a un final prematuro, nada simbólico, que se repite ad infinitum. Será el castigo definitivo. Sin embargo, a las deidades paradójicamente les saldrá el tiro por la culata cada vez que ello suceda, al tornarse la víctima en un semidios, en un mito a su nivel y por igual ad infinitum.

2013: Kevin Ayers, Alvin Lee, Lou Reed. 

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Elvis Presley, fue el primer pionero del género caído en este sentido. Él puso altos los parámetros del sexo (el irradiado y el consumido), las drogas (era una auténtica farmacia ambulante dentro y fuera del escenario) y del rock and roll (lo modeló a su imagen y semejanza). En ello invirtió su vida (que cristalizó en un tópico) y previó su muerte (como otro cliché). Desde entonces se han agregado los años, las secuelas, las enfermedades degenerativas, los ataques fulminantes, los suicidios incurables y muchas ausencias para el rock & roll.

2014: Johnny Winter, Jack Bruce, Joe Cocker.

2015: Allen Toussaint, Edgar Froese, B.B. King.

2016: David Bowie, Keith Emerson, Prince, John Berry… 

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