D’Angelo

Cuentas claras y el beat espeso

Por SERGIO MONSALVO C.

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¿Qué pasó con D’Angelo tras el disco Voodoo en el comienzo del siglo XXI y luego tres lustros de silencio? Hace 20 años este b-boy oriundo de Richmond, Virginia (donde nació en 1974), impuso un nuevo orden al paisaje musical del planeta con el álbum Brown Sugar.

Acompañado por beats espesísimos, órganos y pianos eléctricos cantó un soul auténtico. Mejor dicho: D’Angelo reunió distintos elementos para redefinirlo. Así, ingresó más soul al hiphop y mejores beats al rhythm and blues y al jazz. Lauryn Hill, Maxwell, Myron, Erykah Badu, Angie Stone y otros muchos representantes del «soul neoclásico» siguieron el camino abierto por él.

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Sin embargo, una cosa era la música y otra fue la imagen. La aparición de Voodoo trajo consigo el video de la pieza escogida como sencillo, “Untitled”. Mal aconsejado apareció en él con el torso desnudo, lo cual proyectó su figura como la de un modelo (como si fuera una vedette de moda o un gangsta) y no como la del músico serio que era.

La respuesta pública no se hizo esperar. Fue tratado como un icono sexual, mientras el profundo contenido de sus temas y la originalidad sonora se perdía en el abismo de las celebrities. Eso lo deprimió sobremanera. Y como no hay mal que no venga acompañado, fue una época en que varios de sus amigos murieron por diversas causas, entre ellos J Dilla, el cual había sido una influencia manifiesta en el mencionado disco.

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A ello habría que agregar la ruptura amorosa con Angie Stone, su caída en las adicciones y, como cereza del pastel, un grave accidente de tránsito. Entre una cosa y otra y el periodo de recuperación el tiempo fue pasando y las semanas se convirtieron en meses y éstos en años de alejamiento de la escena musical. Varios lustros tuvieron que pasar para que poco a poco se volvieran a tener noticias de D’Angelo.

Primero hubo rumores, luego afirmaciones, alguna aparición como invitado, la filtración de que estaba creando nuevo material, el hackeo correspondiente, la reaparición escénica y el anuncio adelantado (dado el piratazgo) de un nuevo disco, considerado dentro del campo del hip hop como el simil del Smile o del Chinese Democracy en el rock. Las grabaciones más largamente esperadas.

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El detonante para que eso pasara fueron las reyertas raciales acontecidas en Ferguson, Misuri. No es que el nuevo álbum de D’Angelo estuviera lleno de dichos sucesos, sino que tales acciones inspiraron el componente sociopolítico del que se nutrió la producción de Black Messiah, además de la temática amorosa de la que el músico había experimentado varias aristas en todos esos años de oscuridad.

Ahora por fin D’Angelo está de regreso con un nuevo representante, una nueva disquera (RCA), viejos amigos y un tercer álbum aparecido en el 2015. El lugar del comeback fue Electric Lady, en la Calle 8 entre las avenidas 5 y 6 del West Village en Nueva York. Un estudio como otros muchos con un pasado como pocos: Jimi Hendrix y Stevie Wonder grabaron ahí, y ahora lo ha hecho D’Angelo. Al igual que sus excelsos predecesores se dio su tiempo en todo.

Según las reglas de la actividad musical él debió haber sacado un tercer álbum hace mucho (mediaron 14 años). Según su contador, debió haber terminado más pronto de trabajar en el costoso estudio. Por otra parte, todos los involucrados querían evitar a toda costa que se repitiera la debacle del hit de radio y video del anterior álbum, que pese a todo no vendió las cantidades esperadas, o para que el autor e intérprete no repitiera aquello de no querer salir de gira como con Brown Sugar. Se supone que en aquella ocasión sólo tocó en 13 ocasiones, y la mayoría de ellas exclusivamente para la prensa.

Su discípulo Maxwell, por el contrario, se empeñó a tal grado en sus giras (y por si fuera poco, como abridor para Toni Braxton en una de ellas), que al realizar su regreso D’Angelo ya se encuentra llenando el Radio City Music Hall de Nueva York varias noches seguidas.

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Michael D’Angelo Archer es un fenómeno de la escena musical que empezó a tocar el órgano a los cuatro años en las iglesias pentecostales de su padre y abuelo. Tocaba en la iglesia las melodías que escuchaba en la radio, por supuesto en versión góspel. Ninguno de los asistentes conocía los originales. Estamos hablando de 1984, cuando dominaban las cajas de ritmos Linn y el DX-7.

A D’Angelo, ya con diez años de edad, se le ocurrió fundar un pequeño grupo de rhythm and blues con sus primos. Además, tomaba clases de piano con una monja. No obstante, a los doce, después de sus primeras piezas de Bach, abandonó el mundo de las partituras y se retiró al de su propio oído.

©2015/Dana Edelson/NBC

En la high school empezó a rapear, pero en algún momento tuvo que tomar una decisión. Ya no era posible seguir rapeando y cantando al mismo tiempo. Optó por cantar. No obstante, trató de integrar el flujo del rapeo en su canto, de reunir ambas formas. Cantó como los otros rimaban.

A los 16 años su familia lo mandó en camión a Harlem, donde ganó el primer lugar en el concurso semanal de talentos realizado por el Teatro Apollo. Al poco tiempo Nueva York lo volvió a llamar. Sus amigos raperos de I.D.U., con quienes D’Angelo a veces cantaba y tocaba, le habían conseguido un contrato de edición.

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Jocelyn Cooper-Gilstrap de la empresa Midnight Songs mandó a los hiphoperos de regreso a Virginia, pero se llevó a D’Angelo a Nueva York. Incluso lo puso en contacto con Kedar Massenburg y le consiguió el contrato con EMI. Siguieron la gran canción «U Will Know» (entre otros con Lenny Kravitz, Brian McKnight y Aaron Hall) para el soundtrack de Jason’s Lyric;

Tras ello un álbum debut, Brown Sugar, que llegó a platino (y que entre otras cosas contiene el que probablemente sea el único cover de Smokey Robinson que el maestro haya agradecido en persona); tres premios Soultrain, una nominación para el premio Grammy, un dueto con Erykah Badu para High School High; «The Notic» con los Roots y la canción «Girl, You Need a Change of Mind» para el soundtrack de la película Get on the Bus de Spike Lee.

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Tales resultados decían que D’Angelo era la «verdad pura» y un ejemplo de historia viviente. De cualquier modo, él tomó como cumplido que dijeran que había cambiado la música de la radio estadounidense. Pero en realidad no se lo creyó tan a pecho, eran tantas las personas que lo habían inspirado. Tantos sonidos. De joven se la había pasado escuchando canciones de Marvin Gaye, James Brown, Prince y Sarah Vaughan.

Cuando llegó a la escena, ya había gente como los Brand New Heavies, músicos que estaban tocando un soul «natural». Sin embargo, no había nadie, excepto tal vez Me’Shell NdegéOcello, que fuera igualmente exitoso y auténtico, como él. El máximo ídolo de D’Angelo sigue siendo Prince, y una de sus producciones es una interpretación de «She’s Always in My Hair» del mismo para el soundtrack de la película Scream 2.

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Por lo tanto, ¿qué se debía esperar en cuanto al nuevo álbum de D’Angelo? La cuestión se podría expresar de la siguiente manera: representaría el siguiente paso. Demostraría que maduró tras esos largos años y que eso se haría notar en la música. Y lo primero que tenía que hacer era no querer ser demasiado perfecto ni pulido, dejar que todo el material tuviera su propia vida. Lo consiguió.

El talento del virginiano cuajó de nuevo en una obra maestra: Black Messiah. Es un fresco que presenta su aprendizaje con la guitarra eléctrica y lo vuelve más combativo al opinar sobre las Panteras Negras, la negritud de Jesucristo o la ecología. Hay beats de batería descomunales, pianos minimalistas y capas vocales insospechadas; hay blues futurista, góspel cubista y funk expresionista. Todo armonizado con la desarticulación precisa del D’Angelo que trae la buena nueva para el mundo, el suyo.

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