BIRD UP

CHARLIE PARKER REMIX

Por SERGIO MONSALVO C.

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En un momento dado Charlie Parker se convirtió en un Buda (nacido en 1920 en Kansas City), uno que desafiaba las leyes de los conservadores: «El sujeto parece tener alrededor de 65 años», escribió uno de ellos en la revista Squire como obituario. Pero la verdad era que sólo tenía 34 cuando murió.

Charlie tuvo una corta existencia pero su legado es histórico. Nadie puede dudar de su contribución al desarrollo y evolución de la música popular. Llevó el jazz a la modernidad. A mediados de los años cuarenta mientras tocaba en Nueva York, alternando la calle 52 y Harlem, su prodigioso talento al sax había cambiado el sonido del género de un modo hasta entonces desconocido.

Con su ataque agudo y su espíritu indomable, fue capaz de traducir en tiempo real un discurso complejo y coherente sobre un ritmo vertiginoso. Era su forma de superar las limitaciones impuestas por el entorno.

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El conservadurismo decididamente no era capaz de comprender nada. Y menos una teoría acerca de los jazzistas inclinados sobre su instrumento, con el brazo doblado en cierto grado con un nueva postura, buscando el sonido.

El cambio a esta posición –con Charlie Parker al frente– fue el símbolo de un cambio en la interpretación, en lo que ésta iba a articular, en lo articulado mismo. Cuando él llegó a este punto, a su atisbo, las cosas que hasta un segundo antes parecieron arbitrarias se llenaron de sentido profundo, se simplificaron para el atento, pero igual se ahondaron.

Como sucedió con las corbatas. En ese entonces todos los músicos buscaban ser unos dandies. Excepto Charlie. Las llevaba anudadas al cuello de la camisa con un descuido intolerable para muchos y, además, arrugadas todas en el mismo lugar (eran un instrumento para el pinchazo).

Charlie era un personaje, un creador, un artista, una excepción. Vestía a su antojo y no padecía por las leyes de la moda, las impuso. Lo mismo si se ocupaba en no hacer nada como si improvisaba en el sax una obra maestra de tres minutos.

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Hizo trizas las convicciones artísticas imperantes, poniendo dinamita sonora allí donde había un muro de rigidez rítmica, muy regular y de elaborados compases. Puso el jazz al servicio del individuo

Siempre fue la expresión de un talento elevado que poseyó vida propia. Por eso era Bird, el maestro de la improvisación. “Demasiado frágil para durar”, como dijo Dizzy Gillespie. Y Bird, entonces, abandonó su cuerpo el 12 de marzo de 1955 en Nueva York.

El lustro que siguió al fallecimiento de Charlie Parker acarreó consigo su cauda revolucionaria, su vanguardismo, las armonías más complejas y un espacio de sonido más amplio (con Clifford Brown, Jackie McLean, el hard bop, el uso del órgano Hammond, el soul jazz, el free jazz de Cecil Taylor y Ornette Coleman, las grandes grabaciones de Miles Davis, Sonny Rollins, Bill Evans, Thelonious Monk y John Coltrane, por ejemplo).

Ese espíritu abrasivo parece encontrarse desde entonces en cualquier emotivo instante de la interpretación libre, en el manantial de notas que prenden el corazón, como en el significativo remix de nuestra época, en la que se cumplen 60 años del fallecimiento de Parker y para cuya conmemoración diversas escenas como el hip-hop, la clásica contemporánea, el soul y el jazz bajo múltiples etiquetas, echan mano de tal estilo sonoro para hacer su declaración de amor al legado de Bird.

Y ésta aglutinación, gracias a las buena dirección del productor Matthew Backer, se transforma en un cúmulo de reconstrucciones y renacimientos, de aciertos y relecturas memorables.

El álbum Bird Up – The Charlie Parker Remix Project (Savoy Jazz Records) es todo eso: la revisitación a la herencia parkeriana con el regalo de las nuevas tecnologías y el de diferentes horizontes. Los convocados a este homenaje son los nietos musicales de aquel magnífico músico cuyo desfile inicia con los “intelectuales” de la nueva negritud, como RZA, Me’shell NdegéOcello, Ravi Coltrane, Serj Tankian o Dan The Automator, quienes con el groove, el funk, el dance o el scratchnoise se acercan a él con respeto y curiosidad a la hora de entrar y experimentar en su mundo.

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Pero lo mismo hacen desde el suyo productores como Red Hawk, Hall Willner, Donk, Rob Swift, El-P o el mismo Matthew Backer, con sus particulares invitados: Deke Damascus, Dr. John, el Kronos Quartet, Garth Hudson o Stephanie Vezina, entre otros.

La cultura de la remezcla ha producido un eclecticismo que es material de disfrute y de goce para las generaciones cibernéticas, para quienes la manipulación de los sonidos es parte inherente de su vida cotidiana. Hoy en día la tecnología juega sus cartas en géneros diversos y la infinidad de mezclas y derivaciones provenientes de ellos.

El productor, travestido en DJ, se ha convertido en un elemento influyente para escuchar nuevas músicas y moldear gustos y modos. Con el paso del tiempo el sector más comprometido con esta ocupación ha logrado incluso volver obsoletas las palabras “músico” y “compositor”. Han asumido esos papeles en formas musicales contemporáneas bajo otros conceptos estéticos.

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La revolución digital ha cambiado la manera en que es hecha la música, puesto que la grabación realizada de este modo hace que miles de bites de información puedan ser manipulados en cada nanosegundo de sonido.

Hoy los productores vanguardistas alrededor del mundo trabajan bajo el lema de que la música no posee una estructura general sino que se genera a sí misma a cada momento, constituye un proceso. Tal abstracción artística ha llevado a estos hacedores a la experimentación, a crear un presente musical a cada instante. Por eso mismo ponen el énfasis en la importancia del resultado auditivo.

Estos sutilizadores sonoros han comprendido la importancia de aportar sus técnicas y estilos para expresar los cambios en la manera de concebir la música. La libertad que se obtiene de ello es un paso hacia conceptos que han comenzado a desarrollarse a partir del inicio del siglo XXI.

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Elemento fundamental de tal cultura techno es el remix (remezcla). Los remixes le otorgan otra dimensión a los temas. Sus productores los abordan de maneras distintas. Algunos trabajan con toda la pieza, otros toman sólo tres notas y le agregan algunos elementos “vivos” o sampleados. Otros más extraen un acorde, pero lo reproducen con otro tempo y le aportan su feeling personal, y así cada cual.

En el caso del álbum Bird Up…, el músico homenajeado sigue conservando su autoría original, pero para efectos del proyecto a los productores de cada track les han dado el aval para la utilización de sus archivos sonoros, aunque sean filtrados de manera diferente.

Los artistas de este remix improvisan con tales archivos. Toman un tema, lo dividen en un sinnúmero de fragmentos y lo arman o construyen de nueva cuenta. El producto final es otro. Es un ejemplo de hipermodernismo, el punto donde el pasado del avant-garde y el futuro confluyen finalmente.

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